Debate Estado Nación
Zapajoy
El presidente se ofreció a ayudarle con el equipaje mientras le tocaba el hombro en un gesto calculado de fraternal afecto
A las 21:30 del 20-N, treinta minutos antes de que Blanco comunicara el escrutinio, el presidente del Gobierno buscó «MRB» en su agenda del móvil e hizo la llamada. «Buenas noches, amigo», respondió su interlocutor. «Enhorabuena, Mariano», dijo Zapatero, «ahora que ya no hay duda, hacemos, si te parece, lo que hablamos». Rajoy confirmó el plan: «Tengo listos los bártulos, mañana te veo». El presidente animó al sucesor a disfrutar del triunfo porque iba a ser su única fiesta en mucho tiempo. Al fondo se escuchaba el jolgorio procedente de la calle Génova. «¡Oa, oa, oa, Mariano a La Moncloa!». Rajoy, en la planta séptima, entrenaba dando saltitos para salir al balcón a bañarse en gloria. Su secretaria le anunció la llamada de Merkel. «Felicidades, Mariano», dijo la alemana, «tenme siempre presente» (que en alemán significa «átate los machos y no te demores»).
La mañana del lunes 21, los periodistas fueron convocados en la puerta de La Moncloa a las 09:00. El Ibex había abierto con subidas, a diferencia de las temperaturas, que caían en picado anticipando un invierno gélido. Hubo sorpresa entre los reporteros cuando vieron llegar el coche oficial del candidato electo. Rajoy descendió del vehículo con su maletín de trabajo y una maleta de tamaño medio (de uno de sus costados asomaba la punta blanca de un gayumbo). El presidente se ofreció a ayudarle con el equipaje mientras le tocaba el hombro en un gesto calculado de fraternal afecto. Diez minutos después comparecieron juntos en la sala de prensa. «El señor Rajoy se instala hoy mismo en La Moncloa», anunció Zapatero, «aunque yo sea presidente en funciones, le he preparado una habitación y una mesa de trabajo en mi despacho». Rajoy asintió con la cabeza: «Agradezco al señor Zapatero su cálida acogida y a Sonsoles que me haya invitado a cenar con ellos». Y añadió: «Señores, no podemos esperar a la investidura para tomar decisiones». Como si fueran un dúo tras muchas horas de ensayo, los líderes acreditaron una compenetración superlativa. El uno terminaba las frases del otro y daba pie a éste para rematar sus reflexiones. «El señor Rajoy asistirá desde hoy a los consejos de ministros como invitado», dijo Zapatero. «Todas las decisiones que se tomen las comunicaremos juntos en esta misma sala», completó Rajoy.
La simbiosis alcanzó tal precisión que un periodista anotó en su cuaderno: «Zapa-joy, la pareja presidente hasta la investidura». El líder del PP subrayó la celeridad con que se estaban sucediendo los acontecimientos en Europa. Zapatero añadió que un mes de interregno resultaba inoportuno: «La prima de riesgo es velocista, mientras que el procedimiento político va al trote cochinero». Rajoy le celebró el símil. Al día siguiente, la Prensa reflexionaba sobre ritmos y tiempos. «En la segunda década del siglo XXI», decía un diario, «cuando el avance de la física ha disparado la velocidad de las comunicaciones y miles de intermediarios financieros toman decisiones cruciales cada segundo, carece de sentido que transcurran tres meses entre la convocatoria electoral y la asunción del nuevo Gobierno». Zapajoy estuvo de acuerdo.
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