Londres
La fogosa mujer del «speaker» inglés
Sally Bercow, esposa del presidente de la Cámara de los Comunes, vuelve a irritar a los británicos al desvelar detalles de su vida sexual
Se niega a ser la discreta acompañante que se diluye a la sombra de su marido y cada vez que abre la boca ante un periodista las aguas del Támesis se revuelven. No es la primera vez que Sally Bercow, esposa del presidente de la Cámara de los Comunes, ha conseguido eclipsar a su cónyuge con escabrosas declaraciones. Hace un año pretendió escandalizar al mundo con su pasado juerguista y contó que, durante su juventud, cometió abusos con el alcohol en las numerosas fiestas a las que asistía. Poco después se dedicó a desprestigiar la campaña de David Cameron ganándose enemigos en las filas conservadoras, donde nació la carrera política de su esposo. Contra muchos de ellos la emprendió después a través de su Twitter para reprender a todos los detractores de la gestión de John Bercow. Y, ahora, se ha atrevido a posar para un periódico británico tapada sólo con una sábana y con las Casas del Parlamento al fondo. Más que la fotografía, lo que ha causado mayor revuelo entre los ingleses han sido sus morbosas declaraciones. «Desde que John fue nombrado ‘‘speaker'' (presidente), el número de mujeres que lo persiguen ha aumentado drásticamente, pero no estoy celosa, porque lo mismo ha ocurrido en mi caso con los hombres», comenta Bercow, a sus 41 años y convencida de que vivir en un apartamento en el palacio de Westminster ha puesto más picardía a su vida sexual.
Erótica del poder
Sally ha despertado indignación y vergüenza ajena a partes iguales y, bien sea porque la vivienda corre a cargo del dinero público o porque su notoriedad ha aumentado con el nombramiento de su esposo, la mujer del presidente no tiene tapujos a la hora de contar ciertas intimidades. «Cuando John y yo nos hacíamos la corte, solíamos pasar por los márgenes del río y mirábamos las Casas del Parlamento. Nunca me imaginé lo sexy que sería vivir bajo el Big Ben y oír las campanadas», agrega.
En esta última y triunfal aparición en escena, Sally ha acaparado portadas de la prensa internacional porque no tiene pelos en la lengua para hablar de la erótica del poder, eso que todos comentan, pero que nadie está dispuesto a admitir. «Los políticos como tales no son particularmente gente sexy, pero sí puede serlo la política porque el poder es un afrodisíaco», confesó. Quizá haya pecado de excesiva sinceridad, pero sus declaraciones ya han hecho aumentar la tensión en el parlamento inglés, no sólo por sus palabras sino también por la fotografía en la que se deja ver con una pose insinuante en la que exhibe una pierna entre la sábana.
La nueva Carla Bruni
Con tal estampa la señora Bercow ya ha conseguido subir un par de grados la temperatura del invierno londinense, aunque eso de que «su comportamiento es inapropiado» ha sido la frase más repetida entre los diputados, ya que la mayoría desaprueban su actitud de manera tajante. Sin embargo, uno de los portavoces del primer ministro, David Cameron, no ha podido resistir la tentación de ridiculizar al matrimonio con comentarios jocosos: «Claramente el primer ministro y la señora Bercow tienen una relación muy distinta con el ‘‘speaker''».
Pero contra todo pronóstico, ella parece sentirse cómoda en el papel de mujer explosiva y provocadora. No en vano, ha admitido que «es divertido que alguien me haya calificado como la Carla Bruni de la política británica», aseguró en alusión a la esposa del presidente francés, Nicolas Sarkozy. Pero más allá de que se tome sus intervenciones en los medios como un pasatiempo, los rivales políticos de su esposo ya se afilan las uñas. Y es que la ascensión de John Bercow a la presidencia de los Comunes se hizo con la ayuda de los laboristas, algo que indignó en su día a muchos de sus correligionarios en las filas más tradicionales, quienes todavía no se lo han perdonado y que ahora aprovechan el filón para desprestigiar su carrera política. Además, la esposa de John Bercow ya se encargó de irritar en anteriores ocasiones a las filas conservadoras inglesas cuando rompió la supuesta imparcialidad que se espera del «speaker» con unas declaraciones durante las pasadas campañas legislativas, en las que apoyaba a los laboristas y criticaba el proyecto de David Cameron. Visto el revuelo que se ha armado Sally se ha arrepentido de posar con esa sugerente sábana enroscada al cuerpo, pero sólo a medias. Si bien ha reconocido haber sido «una necia» por posar de esa guisa ante un periódico, la esposa de Bercow también asegura que su marido no está disgustado con las fotografías. «Creo que la foto es de buen gusto», añadió Sally.
«Soy una personalidad»
Los conservadores, que consideran a la mujer de Bercow escandalosamente moderna para el papel sobrio que debe representar su marido, han multiplicado sus críticas hacia la pareja. Y es que John Bercow, ya fue nombrado orador del Parlamento en 2009 en medio de polémicas con los sectores más tradicionales, que se sintieron defraudados por su decisión de usar una indumentaria para su puesta de largo que no correspondía con el protocolo. Con este antecedente, personalidades como el ex legislador Ann Widdecombe se han cebado con Sally, a la que quieren alejar de la imagen del partido porque «no está contribuyendo a darle dignidad».
Lo más sorprendente es que ante todo este baño de críticas, la esposa de Bercow no agacha la cabeza. Es más, Sally ha asegurado que no quería ser «una mujer que camina tres pasos obedientemente detrás de mi marido y mantiene la boca cerrada y hace sandwiches de pepino». «Yo soy una personalidad. Tengo ambiciones propias y esto sólo estaba destinado a causar un poco de diversión», añadió.
Asimismo, Sally, asegura estar mucho más calmada ahora que en su alocada juventud y se siente «más sexy» tras haber «dejado de beber», porque ganó «control» sobre sí misma. La mujer de Bercow reconoce que no está «orgullosa» de sus correrías de aquellos años, pero tampoco se arrepiente de ello, y prefiere disfrutar de su matrimonio de una forma más tranquila. «En mis citas (con John) prefiero que vayamos a algún sitio normal, como el (restaurante) chino más cercano. La cosa más romántica que he hecho por John es casarme con él, es un hombre muy afortunado» ha sentenciado.
Afecte o no a la carrera política de su esposo John, en la lista de mujeres que sacuden la vida profesional de sus cónyuges Iris Robinson ocupa un lugar prioritario. La mujer del primer ministro de Irlanda del Norte sacudió la estabilidad del Gobierno en enero del año pasado tras haberse descubierto que había tenido un amante de veinte años –cuando ella contaba con 59– al que habría favorecido ayudándole a montar un café en Belfast con fondos conseguidos de unos empresarios. «Aunque el asunto no tuvo consecuencias emocionales o duraderas ha arruinado mi vida y la de quienes me rodean», afirmó la protagonista de la aventura extramatrimonial. Por su parte, el líder del DUP, Peter Robinson se vio afectado por el escándalo y reconoció que su mujer había intentado quitarse la vida avergonzada por su desliz, pero que él la había perdonado y después de renunciar temporalmente a su cargo tras el escándalo, sigue siendo el actual pirmer ministro norirlandés. Eso sí, su esposa Iris abandonó su carrera política.
Marido anónimo
Frente a la llamativa generación de primeras damas que llenan las portadas de los diarios de medio mundo está la discreción –rayana en el anonimato– de los esposos de las presidentas. Aunque no es una figura muy habitual, lo cierto es que el número de maridos que permanecen a la sombra de sus poderosas mujeres va en aumento y el ejemplo más recurrido en estos casos es el de Joachim Sauer, marido de la canciller de Alemania, Angela Merkel. Su discreción es tal que ni siquiera acudió al Reichstag, sede del Parlamento alemán, para presenciar el nombramiento de su mujer como canciller. Según una cadena pública alemana, parece ser que prefirió seguir los acontecimientos por televisión. Sauer es profesor de Química y un hombre muy reticente a acaparar los flashes de las cámaras. En la foto, sobre estas líneas, fue captado a la entrada de un festival de ópera.
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