Historia

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Buenudos

La Razón
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El Aaiún es un aduar en el que llueve arena finísima de las alcachofas de las duchas. El control del Ejército y la Policía sobre sus pobres pobladores y desavisados visitantes es espeso como el cemento y el aeropuerto es un filtro de carbono. Pretender manifestarse en la vieja capital de los territorios de Seguia el Hamra y Río de Oro es propio de los empeñados en asar la manteca. Además, la Policía marroquí maltrata a sus conciudadanos, tortura y asesina a los saharauis y encuentra placer en apalear a españoles. Pero el buenísimo rampante es como aquel general que no se rendía ni ante la evidencia. Durante la segunda guerra de Iraq, buenudos españoles volaron a Bagdad para ofrecerse como escudos humanos. Otros compatriotas estaban embarcados en la flotilla turca-iraní que intentó desbloquear Gaza. Otras caravanas solidarias calientan motores con destino a las madrigueras africanas de Al Qaida.
Son indescriptibles los problemas añadidos que los buenudos pueden provocar en sí mismos y en los demás. El Gobierno está obligado a dar amparo a los connacionales aunque hayan metido la mano en las fauces del cocodrilo, pero habrá que redactar un manual de instrucciones, usos y costumbres para que los turistas de la solidaridad no se presenten en Rangún a protestar contra la dictadura militar. Entre el gesto bienintencionado y la provocación en un medio hostil media un paso, como entre el martirio y el suicidio. Lamento el apaleamiento de los optimistas tinerfeños, o desinformados o manipulados. La progresía un tanto rancia entró en política y ya son hasta ministros; el relevo lo han tomado los buenudos que son los rojos desteñidos del siglo XXI en busca de la grandeza que les hurta una vida roma.