Europa

Bruselas

La recesión cambia el paso

Con una Europa que camina hacia la segunda recaída en la recesión, esta vez más peligrosa al no contar las arcas públicas con suficientes recursos con los que estimular la economía, aumenta el debate entre los partidarios de cumplir con los compromisos de déficit y los que piden flexibilidad. Rajoy se alinea con Merkel en el rigor, pero pide estímulos a la UE.

La Razón
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BRUSELAS- El énfasis en el ajuste presupuestario para reducir el déficit, y no disparar el endeudamiento, ha coincidido con la segunda recesión, dejando a la eurozona con la demanda pública y privada anémica, el crecimiento reducido a la nada y la sangría de parados en aumento continuo. La estrategia de rigor con la disciplina fiscal no ha sido suficiente para convencer a los inversores ni al sistema bancario de que debía facilitar la circulación de dinero ante las negras perspectivas de crecimiento. Conclusión: Europa se encuentra de nuevo bajo la tormenta, pero esta vez sin paraguas.

Las voces más críticas con el plan de salvamento han llegado desde el Parlamento Europeo, donde la mayoría de los grupos lleva tiempo pidiendo corregir el rumbo al Consejo que agrupa a los gobiernos de los Veintisiete. No obstante, ante la inminencia de colisión con el iceberg de la recesión el otoño pasado, la Comisión empezó a enmendar la travesía.

Si desde el inicio de la crisis Bruselas se había convertido en el corista de las posturas más duras con la austeridad presupuestaria y los ajustes que dictaba la canciller alemana, Angela Merkel, los últimos meses empezó a subrayar que «no sólo hace falta austeridad y disciplina, sino también crecimiento y solidaridad». Éste será el pilar fundamental de la cumbre de este lunes, aunque Merkel sigue subrayando que se trata de un «segundo pilar». La prioridad continúa siendo la consolidación.

Por un momento, pareció que Bruselas se sumaba a la estrategia del presidente de EE UU, Barack Obama, que para relanzar la economía ante este nuevo enfriamiento presentó un plan de estímulo con inversión pública y estímulos fiscales. Sin embargo, en Europa el crecimiento se entiende de otra manera, es decir, a la manera germana. Recuperar los números positivos no llegará a través del bombeo de dinero público para relanzar la demanda y un consumo privado que permanece en estado comatoso, sino a través de largas y sufridas reformas estructurales que sólo mostrarán sus resultados al menos tras un año o dos.

No son pocos los que contestan la visión alemana en esta salida de la crisis. El más claro de todos ellos en los últimos días ha sido el inversor George Soros, quien esta semana en Davos señaló que la insistencia de la canciller en «imponer una dura disciplina fiscal generará tensiones que pueden destruir la UE».

Si Alemania no quiere moverse de la disciplina, ni está dispuesta a estimular su economía para beneficiar a los vecinos, como piden algunos analistas, alguno de los países en el ojo del huracán pide ajustes en el plazo de cumplimiento con los objetivos de déficit, ya que las cifras de crecimiento para este 2012 se han convertido en números rojos.

La puerta la abrió el primer ministro italiano, Mario Monti, el pasado noviembre. La justificación: si no hay espacio para estimular la economía, al menos la Comisión Europea debería aflojar y extender los plazos, que en el caso de España obliga a cerrar este año en el 4,4% de PIB de déficit, y el año que viene situarlo ya en el 3% del límite. Porque con una economía que caerá en España un 1,5% este año y un crédito bancario que no fluye, según datos publicados por el BCE el viernes, los objetivos con el cumplimiento del déficit pueden estrangular cualquier atisbo de crecimiento.
No obstante, fuentes europeas advierten de que este esfuerzo por relajar los plazos puede alejar más la confianza de los mercados que tanto necesitan, y que es su gran prioridad. Es decir, dejar a los gobiernos sin paraguas y sin refugio, porque algunos siguen prefiriendo esperar a la confianza, como quien espera a Godot, bajo la tormenta.