Estados Unidos
Otro fiasco de la CIA
Se ha pasado décadas protegiendo al presidente Hosni Mubarak, le ha transferido el dinero que ha demandado y el armamento que ha necesitado, le ha enviado a los más peligrosos socios de Osama Ben Laden para que los exprima, pero la inteligencia de Estados Unidos ha vuelto a quedarse fuera de juego. Ha fracasado en la prevención y en la anticipación, y quizá ya sea tarde para la intervención.
De los últimos análisis de la CIA se desprendía que el episodio de Túnez no pasaría de escaramuza, que no habría fascinación ni emulación en el resto del mundo árabe y musulmán. Por eso la reacción de Obama ha sido tardía y debilísima. Cuando se está en la sala de mando de la Casa Blanca, proclamar la oposición a la violencia, llamar a la calma, pedir reformas progresivas y respaldar los derechos universales es casi lo mismo que permanecer callado.
Ahora contrarreloj, Estados Unidos está en la obligación de descifrar el verdadero liderazgo, las profundas motivaciones, la auténtica organización y las influencias externas de los que están llamados a derribar el actual régimen. Y se equivocará si confía todo a la llegada de un poder democrático y secular: los caminos egipcios de los Hermanos Musulmanes y la Gamá Islamiya son inescrutables, como lo es la influencia en el país de Hamás y elementos asociados a Al Qaida.
Se estrecha el margen de maniobra para la acción, pero Occidente no puede caer en la resignación. Sin embargo, en este momento histórico que sacude la tierra de los faraones, merece la pena calibrar la vieja recomendación de Lawrence de Arabia: más vale ellos que hagan de forma imperfecta y con sus propias manos lo que deban, que intentar hacerlo de forma perfecta con las nuestras.
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