Cataluña

Mejor con mayoría absoluta

La Razón
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Todas las opciones sobre el calendario electoral están abiertas. Aunque el Gobierno se mantiene en que no habrá adelanto y que se agotará la legislatura, entre bastidores se manejan alternativas, incluida la cita con las urnas en otoño. No será el interés general el factor que decante la balanza, sino los cálculos del candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno, porque si el primero fuera definitivo, los españoles habrían elegido nuevo Ejecutivo hace tiempo. Ante esta incertidumbre, el PP se prepara para afrontar cualquier escenario. Su programa electoral está muy avanzado y, en buena medida, recoge el intenso trabajo de estos años de oposición y las propuestas alternativas planteadas en las Cortes.
Dentro de la estrategia de los populares el objetivo de la mayoría absoluta no parece inalcanzable. Todas las encuestas de intención de voto concluyen que están en disposición de alcanzar los escaños necesarios. La más importante de todas, las elecciones del 22 de mayo, reafirmó las opciones reales del partido de Mariano Rajoy de contar con un respaldo suficiente. Pese a todo, y aunque el PP ha hecho méritos para contar con esa confianza del electorado, los populares cometerían un error si se acomodaran y entendieran que el trabajo está hecho. La historia de las elecciones está repleta de vuelcos inesperados y el PP ha sufrido algunos de ellos. Pero, además, la situación del país requiere rigor, seriedad y esfuerzo y no tácticas de política menor tan del gusto de la izquierda.
Mariano Rajoy debe pertrechar a su partido para buscar la mayoría absoluta. Las ventajas de ese resultado de privilegio se antojan abrumadoras frente a los inconvenientes que no se atisban en una encrucijada como la que padece la economía española. El país necesita un Gobierno fuerte, capaz de gestionar un horizonte exigente sin ataduras ni hipotecas, y será más sencillo con una estabilidad parlamentaria. El futuro Ejecutivo requerirá de todas sus energías para sacar adelante reformas dolorosas e incluso impopulares, pero imprescindibles. Sin esa fortaleza, el desgaste parlamentario en busca de votos minaría a un Ejecutivo con enormes desafíos por delante.
Una mayoría absoluta, sin embargo, no puede traducirse de forma automática en imposición y falta de diálogo. Mariano Rajoy ha demostrado su capacidad para articular consensos en etapas de gobierno en las que el PP disponía de más de la mitad de la Cámara. La relación con los grupos nacionalistas es otro factor a tener en cuenta. La experiencia de distintos gobiernos demuestra que la negociación con Cataluña o País Vasco siempre es más eficaz y positiva desde una posición de fortaleza política en el Congreso. Hay una relación extensa de concesiones a los nacionalistas en coyunturas de gobiernos débiles en las que han sacado buen provecho. Evidentemente, no se trata de buscar la confrontación sin más ni de crispar las relaciones con grupos que deben jugar su papel en la política nacional, sino de alcanzar acuerdos claros y transparentes en función del interés general y no del de unos pocos.