Zaragoza

David Mora lo salva

- Zaragoza. Sexta de la Feria de El Pilar. Se lidiaron toros de Las Ramblas, desiguales de presentación y en general bajos de casta. El 1º, de poco fondo; inválido, el 2º; de buen son, el 3º; muy manejable aunque duró poco el 4º; el 5º, mirón pero con transmisión y parado, el 6º. Casi lleno.- Enrique Ponce, de tabaco y oro, dos pinchazos, aviso, estocada trasera, dos descabellos, segundo aviso (silencio); pinchazo, media estocada, aviso (palmas). - Sebastián Castella, de salmón y oro, estocada caída (silencio); pinchazo, estocada (saludos). - David Mora, de rosa chicle y oro, estocada (oreja); pinchazo, aviso, estocada (palmas).

El de Borox pasea, feliz, la oreja del tercero
El de Borox pasea, feliz, la oreja del tercerolarazon

David Mora nos había sacado del trauma que nos provocó la cogida de Padilla justo el día después del drama. Como un volcán de arrestos llegó a Zaragoza y de tanto esmerarse cogió ayer otra tarde por la vía de la sustitución. Con otra dimensión, la corrida de Las Ramblas tuvo y no tuvo, salvó la tarde con esa oreja que paseó en el tercero. La única de los seis astados que tuvieron distintas hechuras, la casta bajo mínimos pero alguno que otro se dejó hacer con nobleza y recorrido. Vamos contando.

El primero de Ponce no fue la alegría de la huerta. Estaba por allí sin molestar pero también pasaba desapercibido. Y Ponce le buscó las vueltas abriéndolo y trazando los muletazos de uno en uno. Un pacto de no agresión mutua fue el que hizo con el cuarto. El toro se apagó aunque perseguía la muleta con nobleza y Ponce optó por no forzarle.

David Mora se templó con el capote ya de salida. Tercero de la tarde. El del trofeo. La rúbrica de la faena resultó inmejorable: un estoconazo cobrado con una verdad y una fuerza fuera de lo común. Transmitió mucho en la primera tanda diestra, aunque luego acabara por apagarse a medio plazo. En vez de ir, había que buscarle. Mora encontró sitio y eco y tras la espada, la recompensa del premio. Al sexto le faltó continuidad a pesar de contar con la nobleza. De ahí que la faena, por cierto comenzada con una larga de rodillas en el tercio con el capote, contara con el ánimo pero sin rematar.

A Sebastián Castella le tocó para abrir boca un toro inválido de manual: no podía ni menearse. Los intentos, fueran los que fueran, habían caído en saco roto de antemano.

El quinto, que enseñaba las palas de los pitones, sacó una doble lectura. Es verdad que el animal era mirón, y que medía antes de embarcarse en el viaje, pero cuando tomaba la muleta lo hacía por abajo y con transmisión. Mediada la faena se vio más claro en una tanda diestra en la que el francés ligó los muletazos. Bingo. Ahí estaba. Ni de lejos era el toro perfecto pero tenía una faena por hacer. De las trabajadas: según el toro así la faena. Acto seguido de la ligazón recurrió Castella a las cercanías, a tapar y eso que por el izquierdo se vislumbraba cierto recorrido. O al menos lo quisimos ver. El arrimón contagió de euforia al tendido. Y se le pidió la oreja, que el presidente negó. Así quedaron las cosas. Para hoy, más.