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La Casa Blanca conocía a la oposición a Franco

Antonio Garrigues y Díaz-Cañabete fue probablemente el mejor amigo español de la familia Kennedy. Su buen hacer diplomático y su innegable simpatía hizo a este abogado poder y saber moverse como pez en el agua entre el mítico clan.

John F. Kennedy en un helicóptero. A la derecha, Pierre Salinger, su fiel jefe de Prensa
John F. Kennedy en un helicóptero. A la derecha, Pierre Salinger, su fiel jefe de Prensalarazon

En la John F. Kennedy Library se conservan varios documentos, incluyendo una entrevista que Garrigues concedió a esta institución para hablar de su amistad con el presidente.

El 23 de abril de 1962, Franco redactaba sus cartas credenciales para Kennedy, asegurando al presidente que «las excelentes cualidades que concurren en el Sr. Garrigues y Díaz-Cañabete son segura garantía para no dudar que durante el desempeño de su importante Misión logrará alcanzar vuestra benevolencia».

Parece seguro que en este tiempo se elaboró para Kennedy un extenso informe confidencial sobre el diplomático español. En él se apunta que «el señor Antonio Garrigues es un destacado abogado internacional y liberal monárquico, que es muy respetado en España. Está documentado que es muy influyente en los círculos financieros en Madrid». El documento no se limitó a los datos biográficos sino que también trazó un perfil político del personaje.

«Pese a ser monárquico y crítico con el régimen de Franco, el Sr. Garrigues se mantiene dentro de los límites impuestos por el Gobierno en sus críticas. Además, él ha opinado que determinadas leyes y organizaciones merecen la pena que sigan en el futuro. También ha declarado en privado que los grandes males sociales de España deben curarse primero antes que un sentido de responsabilidad democrática pueda estar presente entre la gente, y él cree que sólo la gran autoridad del general Franco se puede superar la fuerte oposición a los cambios drásticos necesarios para lograr una cura». En el último párrafo, se aseguraba que Garrigues había conocido al hermano mayor del presidente, Joseph P. Kennedy Jr., quien había muerto durante la II Guerra Mundial.

De aquel contacto con el primer vástago de la familia Kennedy, da fe una carta dirigida por Garrigues al entonces fiscal general Robert F. Kennedy y que éste enseñó a su hermano el presidente. Está fechada el 28 de septiembre de 1962. El diplomático confesaba que «fui íntimo amigo de vuestro hermano, Joseph. Recuerdo que vino a España durante los últimos meses de nuestra Guerra Civil, en febrero o marzo de 1939».

En la clandestinidad

Antonio Garrigues describe en su carta las vivencias de su amigo en el Madrid inmediatamente anterior a la caída de la República. «En aquel momento yo era miembro en la "clandestinidad"que simpatizaba con el Movimiento Nacional, y Joseph estuvo profundamente entusiasmado con estas actividades que –como todas las decididamente peligrosas– eran absorbentes». Durante una de estas misiones en el Madrid republicano, según la misma misiva, un grupo de hombres armados paró el coche en el que viajaban los dos amigos.

Garrigues comenta que creyó que aquello era el fin, que los hombres armados que los hicieron frenar, acabarían con sus vidas. «Finalmente quedaron gratamente sorprendidos cuando Joseph enseñó su pasaporte estadounidense».

Los lazos de amistad de Garrigues con la familia Kennedy incluso se extendieron hacia la familia de Jacqueline, la esposa de JFK. A este respecto, existe una larga carta de cinco páginas fechada el 18 de febrero de 1963. El diplomático la dirige al Príncipe Stanislaus Radziwill, cuñado de la Primera Dama. En ella, el embajador español hace balance de la situación en América Latina, aunque también reserva algunas impresiones sobre la situación en la España de entonces, país que considera «incomprendido desde el final de nuestra trágica Guerra Civil».

En este sentido apunta que «España es el más firme anticomunista país de Europa y éste es el régimen político, aunque no "democrático"en el sentido inglés y americano del término, aunque tampoco es totalitaria en ninguno de sus aspectos». Garrigues concluía la carta, advirtiendo que esas declaraciones las hacía como «individuo privado y no como embajador español».