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Una final diferente

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Bucarest- El alumno quiere esconder la pelota al maestro. Diego Simeone fue el capitán de la selección argentina que dirigía Marcelo Bielsa, pero apenas recogió para su ideario futbolístico unos apuntes sobre la presión defensiva de su equipo. Los dos entrenadores intentan que sus equipos presionen para recuperar el balón cuanto antes. La diferencia aparece cuando tienen que atacar. Simeone quiere llegar cuanto antes al área contraria. Bielsa sólo quiere llegar. El tiempo es sólo una referencia insustancial para el entrenador del equipo bilbaíno, capaz de medir sus conferencias de prensa por horas, capaz de enumerar todas las posibilidades antes de contestar un simple «sí» o «no». Aunque ayer, el tiempo estaba milimetrado por la UEFA. «Es un recurso del Atlético conceder espacios para poder atacar en un campo amplio. Sabemos que eso es un riesgo y tratamos de que no se produzcan desacoples en este sentido. A cambio, intentaremos disponer de mayor tiempo de posesión y más cantidad de ataques», asegura Bielsa. Es su manera de decir que su equipo prefiere la pelota y el rival, el espacio libre. Simeone, por si acaso, le contradice: «El juego del Athletic es más vertical que de posesión».
Simeone y Bielsa son amigos, pero el «Cholo» no llegó hasta Bucarest para hablar de recuerdos. «No vengo a recordar, sino a jugar una final. Le declaré mi admiración a Marcelo, pero esas cosas no cuentan ahora», afirma.

Los dos entrenadores han hecho la temporada con quince futbolistas. La exigencia física a la que someten a sus jugadores hace que los dos equipos lleguen bastante apurados al final del curso. Y Bielsa se enfrenta a la final como un punto de no retorno. Tan trascendente se pone el técnico argentino del Athletic, que cuando habla del día después de la final parece que habla del más allá. «Lo que va a suceder es irreversible y hay que estar a la altura de esa exigencia», advierte el preparador del conjunto vizcaíno. Y, después de muchos rodeos, reconoce que se trata de mantener «el equilibrio entre un equipo demasiado nervioso y uno demasiado calmo».
Los nervios de los futbolistas preocupan a los dos entrenadores. Por eso, la conferencia de prensa de Diego Simeone se convirtió en una charla psicológica con mensajes directos para llegar a la cabeza de sus jugadores. Radamel Falcao le dio el comienzo al decir que la final hay que jugarla «con el entusiasmo de un juvenil y la experiencia de un veterano». Simeone envidia la vida del futbolista, llegar a una final sin más presión que la de jugar el partido. «El nerviosismo y el miedo existen. Todo lo que a uno le llena la cabeza antes de la final es lo que no te deja desarrollarte en la final. Lo importante es jugar y para eso necesitas poca información», dice. La vida del entrenador es diferente. Tiene que pensar por sus futbolistas. «Desde el lado del entrenador hay imágenes que se te cruzan, ideas, ya jugaste el partido tres o cuatro veces», asegura. Y deja otra frase para la sesión de mentalización: «Si no pensamos en el entorno, responderemos mucho mejor. Es mejor ser futbolista», concluye.

El Atlético llega con la sensación del deber cumplido tras ganar la competición hace apenas dos años. Para el Athletic es una ilusión nueva. Está en la final de una competición que nunca ganó. Podría ser un partido de Liga, pero hay algo que lo hace diferente. Y no es sólo que se juegue en un país extraño. «Los partidos de Liga son eslabones de una serie de compromisos que tiene opción de corrección. La final es única e irreversible», explica Bielsa.

 

La afición más numerosa, los patrocinadores
Una final de la Liga Europa, como una de la Liga de Campeones, se convierte para la UEFA en una manera de agradecer los servicios prestados más que en un puro acontecimiento deportivo. De los 55.000 espectadores que caben en el Estadio Nacional de Bucarest, sólo 18.000 han correspondido a los equipos, 9.000 a cada uno. Menos de la mitad del aforo estará ocupado por aficionados de verdad. El resto, descontando las entradas que la UEFA ofrece por internet a cualquier seguidor en la zona neutral, son para los compromisos del organismo europeo. Más de 30.000 asientos destinados especialmente a los patrocinadores de la competición, lo que ha hecho muy complicado encontrar un hotel para dormir en Bucarest el día de la final a cualquiera que lo haya intentado. Por eso, por la crisis y por más cosas no es extraño que ayer apenas se vieran camisetas rojiblancas por las calles de la capital rumana. Y si se veía alguna, una gran proporción llevaba el escudo del Athletic. Y los bares se preparaban con banderas españolas para recibir a los finalistas.