España

Motivos para sacar la bandera por Marta Rivera de la Cruz

La Razón
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En los balcones de mi barrio, Chueca – alternativo donde los haya– florecen estos días las banderas españolas en feliz hermanamiento con las del Arco Iris que conmemoran el Orgullo Gay. Si hace seis años, cuando me mudé aquí, me dicen que este territorio iba a estar colonizado por enseñas rojigualdas, me hubiese echado a reír. Porque hasta hace nada la bandera de España era esa cosa que se ponían en el cuello del polo los pijos de la calle Serrano, o el tema de una canción de Marujita Díaz. Ahora los chinos hacen el agosto vendiendo pintura para decorarse la cara en rojo y amarillo, camisetas que ponen «yo soy español», y banderas. Si no lo veo, no lo creo. Podemos buscar las raíces sociológicas del tinglado, pero la explicación es simple: Iker, Xavi y compañía han revolucionado el concepto de orgullo patrio y el significado de una enseña cuya exhibición era cosa de fachas. Además de enamorar con un fútbol, los chicos de don Vicente se han inventado el patriotismo del siglo XXI, que es todo lo contrario al rollo localista barato y gañán de mirarse el ombligo y ponerse orejeras para ignorar al que tienes enfrente, no sea que te vaya a caer bien. Durante el año, este grupo de chavales se deja la piel por sus clubes. Pero es escuchar la llamada de Del Bosque y se les olvida hasta el nombre de sus padres.

En el vestuario de la Selección no hay siglas ni pequeñeces, sino una idea de equipo que lo trasciende todo. Y un objetivo único: ganar en nombre de la misma bandera que ha vuelto a la calle después de estar tanto tiempo escondida. La Selección nos ilusiona porque en ese vestuario hay tanto talento como buen rollo y, mientras dura la competición internacional, quienes fueron enemigos juegan al fútbol con la camaradería de un equipo de barrio. No son los únicos: en los últimos años, España ha parido una generación de deportistas estelares que se admiran, se siguen y se quieren. Gasol abraza llorando a Nadal, Nadal manda tuits para animar a «La Roja», Alonso celebra el gol de Cesc… es como si estos fenómenos se hubiesen conjurado para recordarnos que somos piezas de un mismo engranaje. Que – incluso con nuestras limitaciones – hay razones para seguir creyendo en el futuro. Y que, pase lo que pase mañana, tenemos motivos para sacar al balcón la bandera.