Enfermedades

La larga enfermedad

La Razón
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Será porque los periódicos todavía damos buen papel: empapa y no deja traspasar el líquido (sangre, agua, lágrimas) que traen las fotografías. Por eso no llega a calar en las palmas de las manos el orín de despedida de uno de los inmigrantes matalones asesinados por la mafia de la droga en Tamaulipas hace unos días. Maniatado, entreverado de otros setenta muertos recientitos, con los ojos vendados, se limita a dar la espalda desde el suelo, mudo con el meado cerco que marca en los «jeans» el presentimiento exacto de que la próxima cabeza que iba a volar, como dos perdigones, era la propia. Hasta la frontera mejicana llegaron para acabar siendo los errados animales de una matanza. Es sabido que a los animales se les descontrola el esfínter cuando se acerca el cuchillo y se convierte en real plomo la amenaza del miedo. Esta caravana de arrastrados venía de tan lejos como años futuros de deudas; un milagro a destiempo les ha dejado un portavoz: Fredy Lala, recientemente licenciado en la mayoría de edad, producto de su propio milagro, al que la bala que llevaba su nombre no le encontró la sien. Ecuatoriano con toda la familia al cargo, ha recuperado la posibilidad de morir de una larga enfermedad. Ya no quedan verdugos como aquel de Galdós al que el reo Montes de Oca consolaba y daba ánimos horas antes del amanecer que tenía que fusilarlo y lo fusiló llorando.