Brasilia
Correa: «No habrá perdón ni olvido» para los sublevados
El presidente ecuatoriano anuncia una «profunda depuración» de la Policía Nacional tras la revuelta, que ha causado cuatro muertos.
GUAYAQUIL- La calma volvió a Ecuador, pero las secuelas de la sublevación de policías que culminó la noche del jueves con el rescate del presidente Rafael Correa, quien estuvo once horas dentro de un hospital «secuestrado», según sus palabras, se sienten aún en Quito y persiste en la memoria del resto del país.
Tras el fuerte enfrentamiento entre policías y militares en un operativo para liberar al mandatario, que dejó al menos cuatro muertos además de 193 heridos y detenidos a lo largo del día, los alrededores del Palacio de Carondelet amanecieron custodiados por unos 250 militares. Allí, el jefe de Estado cumplió actividades de despacho por la mañana y tenía previsto recibir al secretario de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza.
Dentro de la institución policial, su comandante general, Freddy Martínez, renunció a su cargo «por dignidad y para que retorne la calma», dijo, y se esperan cambios dentro de la cúpula, como anunció el propio Correa ayer. El presidente ecuatoriano anunció de una «fuerte depuración» del Cuerpo Nacional de Policía y advirtió de que no habrá «ni perdón ni olvido» para lo que definió como «un intento de golpe de Estado». Mientras, en la Fiscalía General del Estado y el Ministerio del Interior anunciaron acciones legales en contra de quienes «atentaron a la integridad del presidente» y quienes iniciaron la sublevación policial.
En Guayaquil, donde se produjeron la mayoría de saqueos y robos a establecimientos comerciales, bancos y vehículos, la Cámara de Industrias estima al menos en 150 millones de dólares las pérdidas económicas. En esta ciudad el patrullaje policial retornó de manera coordinada con las Fuerzas Armadas, pues rige el estado de excepción.
¿Golpe de Estado?
Si se produjo o no un intento de golpe de Estado es la pregunta y el tema de discusión en círculos políticos, entre los ciudadanos y la comunidad internacional. Correa culpó de un intento de sacarlo del poder al ex presidente Lucio Gutiérrez, derrocado en el 2005. Él, un ex coronel del Ejército, es uno de los mayores opositores del actual régimen, y por su cercanía con los cuarteles militares es constantemente relacionado por el actual presidente con intentos de desestabilizarlo. En enero pasado, Correa lo acusó de «conspirar» dentro de las Fuerzas Armadas con el envío de correos electrónicos al personal en los que se anunciaba la eliminación de instituciones de Seguridad Social y otras para perjudicar a los uniformados, por lo que el descontento amenazaba al Gobierno. Además, compitieron por la Presidencia en las pasadas elecciones.
Pero Gutiérrez ha desmentido reiteradamente esas acusaciones y señala que la conspiración está en la imaginación de Correa. Además, en una entrevista concedida a Efe, el ex presidente ecuatoriano apunta que éste «ha magnificado una protesta policial» para «esconder la corrupción» en su Gobierno «ocultando las denuncias de que su hermano Fabricio ha hecho negocios sucios con el Gobierno por cientos de millones de dólares».
El ex presidente, que se encuentra en la ciudad de Brasilia como observador de las elecciones del próximo domingo, rechazó «de manera categórica las acusaciones falsas, temerarias y cobardes» de Correa, quien afirmó que personas de su entorno azuzaron las protestas.
Lucio Gutiérrez, el enemigo
Lucio Edwin Gutiérrez Barbúa salió de Ecuador disfrazado de policía desde la Embajada de Brasil en abril de 2005. La «revuelta de los forajidos» que, en enero de ese año, terminó con su Gobierno, se saldó con un muerto y cientos de heridos. El ex coronel de Caballería no completó su mandato –como otros presidentes ecuatorianos–, pero tras ser sobreseído de los cargos en su contra, se postuló de nuevo como candidato. Ahora, el «enemigo» pide a Correa que anticipe las elecciones.
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