Francia

La lucha por la verdad

La ciudad, ayer, amaneció gris. Como si el azul único y tradicional de Valencia, esplendoroso, no quisiera restar protagonismo a la luminosidad que irradia el rostro de Francisco Camps después de conocer el veredicto de inocencia del jurado popular, que le ha tenido sumido en un calvario: «Sabía que la verdad resplandecería. No había hecho nada de lo que se me acusaba. Y ha sido. Por segunda vez, la Justicia ha reconocido lo que yo siempre había pregonado».

La lucha por la verdad
La lucha por la verdadlarazon

VALENCIA- Casi 72 horas después de escuchar aquellas palabras, «... declaramos a don Francisco Camps Ortiz no culpable ....», el ex presidente de la Generalitat valenciana acepta una entrevista («preguntas sobre política no voy a contestar, entendedlo») para expresar sus sentimientos de estos casi tres largos años de padecimiento y, sobre todo, cómo disfruta de esta nueva situación en su entorno personal y familiar. Aunque nos gustaría conocer, además, sus proyectos acerca de su continuidad o no en la vida pública. Hoy por hoy mantiene el secreto, si es que tiene algo concretado o alguna preferencia: «No decidiré hasta que mantenga una conversación con mi presidente, ahora el de todos, Mariano Rajoy». Probablemente, es así y no hay nada al respecto. Mide sus palabras.
No hay más, no desvela sus intenciones: «Espero entrevistarme con Rajoy, hemos quedado en vernos. No pienso en mi futuro político, es mucho lo que ha pasado y en muy poco tiempo, no llega a las 72 horas». Los pesos pesados del PP valenciano le han recomendado unas vacaciones, que descanse: «No me sienta mal, lo que quiero es hablar con el presidente con tranquilidad y ya está».

No es nuevo en esto de la política. «Toda mi vida me he dedicado al servicio de la sociedad, a llevar a la práctica lo que yo he considerado que era lo mejor para la Comunidad Valenciana y para España». Sabe que cualquier declaración hará correr ríos de tinta. Como ex jefe del Gobierno valenciano es miembro nato del Consejo Jurídico Consultivo (CJC) y mantiene su escaño como diputado en Les Cortes Valencianas.

LA RAZÓN desayunó ayer con el expresidente. En una cafetería próxima a su domicilio. A pesar de que lo intenta, no puede pasar desapercibido. Algunos le miran. La mayoría se para, le da la enhorabuena. Incluso hay quien le anima para el futuro inmediato. «Creo que soy el político más radiografiado en su vida personal y privada. Todo el mundo me conoce, todo el mundo sabe lo que tengo, dónde vivo. Me han radiografiado por los cuatro costados».

La charla se produce en un ambiente distendido, relajado, aunque, eso sí, prescinde de hablar de política. Ni siquiera en los intentos que hacemos cuando percibimos que ha bajado la guardia. «Son cuestiones que no me corresponde valorar», afirma cuando sale a la conversación la situación de la Comunidad Valenciana.

Ni modo. El encuentro continúa versando sobre su situación personal, sobre cómo ha sobrellevado esta etapa, cómo ha distorsionado el día a día.

Explica que lo peor ha sido cómo ha afectado a las personas que le quieren. «Esto es terrible. Una cosa es la fiesta mundial de la prensa, los jueces, los fiscales… y otra cosa es la familia. A veces la gente no sabe que existe una cosa que se llama familia. Una cosa es el dolor por rebasar una línea brutal en política y otra cosa es que, además, entren en tu vida privada. Ellos, los más cercanos, saben que es imposible que hayas hecho aquello de lo que te acusan. El dolor se acrecienta hasta límites insospechados. Es inmenso».

Convertido en un presidente, ahora ex presidente archiconocido, insiste en que intentó explicarse, pero cejó en el empeño porque «inmediatamente empezaron a atizarme por todas partes y ya está. Lo dejé. Ésta ha sido la gran tragedia. Cada cosa que decía, se ponía un muro de distorsión y tergiversación y se convertía todo en una cosa absolutamente absurda. Ya no podía contar nada. Cualquier cosa que yo dijese era un lío».

Aun así, «dentro de lo que cabe estamos todos bien. En mi casa se ha hablado esto de manera muy circunstancial. Hemos seguido nuestra vida. En sus colegios y universidades, Isabel (su mujer) trabajando, yo primero en lo mío y, cuando dimití, pues para defenderme de esto».

Su mujer ha estado inquebrantable a su lado. Ha asistido a todas las sesiones y también uno de sus hijos ha estado presente a menudo en la sala. «Ha sido brutal –es el calificativo que utiliza para subrayar el apoyo de Isabel–, yo nunca se lo pedí». También ha tenido muchos más incondicionales: «Son los de la esfera privada, los que saben que es imposible que hayas podido hacer eso. Se aguanta con estoicismo, con fuerza y con gallardía».

A pesar de todo, dice no estar cansado. «Estoy impresionado conmigo mismo, porque no he decaído nunca. He tenido momentos de mucha tensión y de mucha tristeza. Al día siguiente del veredicto, me levanté a la misma hora, como si no hubiese pasado nada. Es curiosísimo».

Futuro abierto
¿Y el futuro? «El café con leche y croissant». Afortunadamente, amplía el espacio temporal. «El 10 de febrero leo mi tesis doctoral. Es sobre el sistema de reforma electoral. Apuesto por la reforma del sistema electoral que lleve a una elección directa del diputado nacional, autonómico y del alcalde y los concejales». Especifica que no se trata de listas abiertas. «Se llama ‘‘Colegios uninominales'' como en Francia o Reino Unido. Mi propuesta es que cada 120.000 ciudadanos españoles elijan a un diputado. Se presentan varios y el que gana en ese distrito se lleva el escaño sin doble vuelta».

Repasamos los momentos más duros del juicio, o al menos los más mediáticos, y también en los que se entra más todavía en esa esfera privada que tanto ha salido en la conversación. Son las grabaciones telefónicas en las que se le oye hablar a él o a su mujer con Álvaro Pérez, «El Bigotes», el presunto cabecilla de la trama «Gürtel» en Valencia. «Son absolutamente exculpatorias. La Fiscalía tendría que haber retirado la acusación. Una se produce el 24 de diciembre y la otra el día de Reyes. El día 24 yo recibiré unas... Para que se hagan a la idea, yo tengo en estos momentos 1.293 mensajes por leer desde el miércoles a las ocho de la tarde. No he podido todavía leerlos y he estado leyendo muchos, contestando... También hablé ayer (por el viernes) con medio Gobierno, justo antes del Consejo, me llamaron muchos ministros».

Volviendo a las grabaciones, reconoce que su reproducción en la sala fue uno de los momentos más duros del juicio, pero «eran justo los que demostraban que nada era verdad. Por eso, eran pruebas de la defensa. De ahí que las defensas decidieran hacer propias todas las conversaciones, como prueba inequívoca de la defensa. Eso dejó descolocada a la acusación. Díganme ustedes en qué minuto del año de grabación se puede colegir, aunque sea someramente, lo que aquí se está sustanciando, un poquito, una cosa pequeñita. Nada».

El sacrificio de la dimisión
Para sentarse en el banquillo optó por que era mejor dejar su cargo como presidente. Las acusaciones sacaron a relucir que estuvo a punto de aceptar su culpabilidad para no pasar por el juicio. Su abogado, Javier Boix, aseguró que en ese momento «se encontró a un hombre enfrentado a su dignidad». Explica que no fue cosa de un momento, «detrás hay un proceso de tres años. Es como cuando decides que vas a casarte. Tienes experiencias, sensaciones y un día tomas esa decisión».

Francisco Camps explica cómo fueron los tres años que precedieron a su dimisión. Desde que un 9 de febrero se le relacionó con la «Gürtel» hasta que dimitió. «Fueron duros, intensos, la última parte todavía más... Al final decido que para mí, para el presidente de la Generalitat para el presidente del PPCV y para el PP de toda España, lo conveniente era que yo saliese a defenderme cuerpo a cuerpo de esa insidia y que no quedase ningún tipo de duda de la honorabilidad ni del que ha sido presidente de la Generalitat, del PPCV, militante del PPCV y, como persona, frente amigos y familiares que sabían que no era verdad. Fue una decisión muy complicada, porque era defenderme de una falsedad, pero valió la pena».

Hay quien se resiste a que le hayan absuelto. «He sido absuelto dos veces por la misma causa. Una vez por la Sala del TSJ. Como llaman ahora, un Tribunal profesional. Y después, por el jurado popular. Díganme exactamente qué más es lo que quieren».
Algunos hasta cuestionan al jurado, de haber conseguido su complicidad. «No quieren reconocer que el pueblo no está con ellos, porque hace seis meses, sabiendo todo lo que sabían de mí, me votó. Libremente. Ha sido un juicio abierto al mundo entero. Yo pedí a través de mi abogado que fuese retransmitido todo. Como si fuese un juicio en medio de la plaza pública en el kilómetro cero de Madrid, me pongo a ser juzgado por toda España».

Otra de las anécdotas del juicio fue el libro que llevó a la sala. «La ruta antigua de los hombres perversos» (René Girard). Explica que compara a Job con otros personajes que han pasado a lo largo de la historia con problemas de ataque permanente y constante. «La diferencia es que Job aguanta pasándole todo tipo de calamidades, es abandonado por sus amigos y aguanta. Es la paciencia convencida de la verdad, hasta el final. La lectura es alimento espiritual y el hombre y la mujer vivimos del alimento físico y también el espiritual, te mantiene en pie, rezar te mantiene en pie. He rezado mucho en el juicio, mucho».

Sobre su compañero de banquillo, el diputado y ex secretario general del PPCV, Ricardo Costa, no tiene más que halagos. «Lo que se ha hecho con él, es terrible, terrible, injusto, despiadado. Distorsionar la imagen de una persona así para vender noticias, no es justo. Ha estado fuerte y sereno».

El ex presidente Camps no quiere hablar de política. «Entre otras cosas, yo dimití para ayudar a que gobernase mi partido. Llevo ocho años defendiendo un modelo de convivencia en España liderado por el PP, ocho años defendiendo que tenía que ser Mariano Rajoy el presidente del Gobierno de España, como dije públicamente, y no me iba a convertir ni en el más pequeño de los obstáculos. La situación económica es muy grave, la herencia de Zapatero es una tragedia, el invierno socialista pasará a los anales de la Historia y será recordado como un invierno nuclear».