Jubilación
Golondrinas muertas
Volverán las oscuras golondrinas en mi balcón sus nidos a colgar? Este mayo los versos de Bécquer se difuminan como una tristeza espesa y pegajosa que se pierde en la bruma. Un reportaje ha revelado que las golondrinas mueren; niegan dolientes los célebres versos. Son éstos unos pajarillos tímidos y frágiles; laboriosos, fieles. Con saliva maceran lentamente los nidos, crean una masilla tan nutritiva que sirve de base a unas exquisitas sopas orientales. Trabajan durísimo y, ahora, la naturaleza los abandona, les merma sus raciones, el alimento merecido por la ardua labor realizada. Así, las últimas heladas han aniquilado la población de golondrinas de muchos municipios españoles. Los pobres animales perecen por inanición, mueren de un hambre feroz que les ha devorado el pálido vientre, y la fe. Igualmente muchos españoles se sienten estrangulados por la crisis, a otros les restringen el sustento sin considerar la meticulosidad de su labor diaria, ningunean sus esfuerzos de años. La Naturaleza de este Estado asfixia esperanzas, acorrala al español medio y al más humilde, a los animales más frágiles. Mientras, las rapaces más voraces siguen sobrevolando, al acecho, con las tripas llenas de carroña robada, de despojos turbios que almacenan en sus arcas, en sus estómagos ebrios de avaricia. El capital mal repartido, mal organizado, mal gestionado. Ya llueven golondrinas muertas en nuestras conciencias, pero aquí nadie hace nada, nada en serio.
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