Cataluña
La coña del CIS
El pulpo Paul es más creíble y más científico que el Centro de Investigaciones Sociológicas cada vez que cae en manos de los socialistas. Su encuesta en la que otorgaba una ventaja de seis puntos de ZP sobre Rajoy en el reciente Debate sobre el Estado de la Nación hay que tomarla a coña salvo porque le cuesta una pasta al erario público que se haga de él un uso descaradamente partidista. Ni los medios más entregados a la causa del PSOE se han atrevido a tanto, pero como hemos entrado en una era de desfachatez infinita aquí no pasa nada. Zapatero no hizo otra cosa la semana pasada en el Congreso que enumerar los problemas que tiene España, muchos de los cuales se deben a su maravillosa gestión, y a vender las recetas con las que piensa sacarnos de una crisis que a base de negar que existiera nos ha cogido como un morlaco de San Fermín en la calle de la Estafeta. Pero como no hay mejor defensa que un buen ataque y la consigna es echar la culpa al PP hasta de la muerte de Manolete, se permitió pedir a Rajoy que presentase propuestas alternativas a las suyas. Pero es que eso no tocaba. Es el jefe del Gobierno quien tiene que examinarse cada año y en esta ocasión el suspenso es sólo para él y ese gobierno de palmeros que ya sólo piensan en salvar los muebles ante las cada día más preocupantes encuestas de las de verdad, no de las que el CIS le hace a medida a sus señoritos. La última de TNS-Demoscopia para «Onda Cero» y «Antena 3» marca una distancia de más de once puntos, y eso que Rajoy todavía no ha decidido ni despeinarse, algo en lo que debería empezar a pensar después de las vacaciones, que las municipales y autonómicas están a poco más de nueve meses y la gente empieza a estar hasta la coronilla no sólo de Zapatero sino de quienes van a los Comités Federales a hacerle la ola porque no tienen agallas salvo para hablar en corrillos y en alguna que otra declaración suelta ante la prensa. Nadie ha tenido el valor de decirle de entre los suyos que se trataba de encontrar el encaje de la Cataluña política, no de la real, en España, y no al revés como parece dispuesto ZP cambiando si es necesario la Constitución con tal de mantener los 25 escaños del PSC que le mantengan en Moncloa. Claro que lo que se gane –si es que se gana– en Cataluña se puede perder en otros muchos lugares de España donde se sienten agraviados de tanta contemplación y claudicación frente al nacionalismo y los conversos socialistas que quieren dejar a los de Esquerra en mantillas o «en Montillas», que no hay nada como un foráneo abrazando los principios y los sentimientos ajenos. El problema que tiene Zapatero es que no puede cambiar la Constitución sin contar con el PP al que lleva despreciando seis años largos por más que se llene la boca con la palabra consenso. Así que ya veremos cómo se las arregla para encontrar las trampas que le permitan a Montilla presentarse a las elecciones envuelto en la senyera y vendiendo que es más nacionalista que Carod, Puigcercós y toda ERC y CiU juntas.
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