CRÍTICA DE CINE / «Mademoiselle Chambon»: Yo soy «lautre»

«Breve encuentro» (David Lean, 1945), «Estación Termini» (Vi- ttorio de Sica, 1953)... Desde luego, Stéphane Brizé no ha descubierto la penicilina, pero en las dolorosas miradas de Jean (un excelente Vincent Lindon), rudo albañil de provincias casado, a la mujer de la que se enamora durante un instante verdadero está el pozo de pena, impotencia y deseo que también anegaba los ojos de Trevor Howard y Montgomery Clift. Cuántas historias de amores imposibles nos habrá contado ya el séptimo arte, cuántos adioses desconsolados, cuántas cartas rotas en el último instante... El mérito del director francés radica en la emotiva forma que ha elegido para contar la película, frágil, pequeñita, delicada, en la carga de emotividad que inocula sin palabras a las escenas en que Jean oye por primera vez a la profesora de su hijo tocar el violín; la persona que, un poco más tarde, mientras duerme, decide que querrá para siempre. Se llama Chambon, la señorita Chambon, culta, etérea, inteligente, una mujer muy distinta a la que duerme cada noche junto a él. Ni mejor ni peor, quizá. Pero la rutina pesa, pesa el miedo a otra vida, pesa la sangre, y pesa como una losa esa maleta que regresa a casa sin abrir. Mañana no será otro día, será el mismo.