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Austeridad honradez y eficacia por Francisco Marhuenda
Desde hace algunos días se sabía que la muerte de Fraga era inminente. No por ello su final deja de ser un golpe muy duro en todos los sentidos. Lo es en primer lugar para su gran familia, de la que se sentía enormemente orgulloso con ese sentimiento tan propio de un gallego. Lo es para España porque pierde a un gran hombre de Estado que realizó durante su larga vida una contribución extraordinaria a la convivencia de los españoles. Fraga fue un estadista que desbordaba cualquier límite que se pudiera establecer o imaginar. Era una persona admirable, con sus aciertos y defectos, en todas sus actividades. Fue un opositor brillante que consiguió ser catedrático, letrado de las Cortes y diplomático. Era un hombre de gran talento que respetaba, precisamente, el mérito y el esfuerzo. Como muchos conocí primero al Fraga político en los años de la Transición. El líder de la derecha que había participado en los intentos de los reformistas dentro del franquismo y que tenía un claro compromiso democrático como se vio en su inestimable papel como "padre"de la Constitución. Era, también, el catedrático de Derecho Político y autor de libros de enorme interés en los años cincuenta y sesenta que ponía sus conocimientos al servicio de elaborar una Carta Magna que sirviera de marco de convivencia entre los españoles y que se hiciera desde el consenso a diferencia de sus antecesoras. Otra contribución decisiva fue organizar el gran partido del centro derecha y ser capaz de ceder el liderazgo para que Aznar asumiera la presidencia y lo llevara al Gobierno.
Mi primer encuentro con Fraga fue cuando le invité como presidente de la Joven Cámara de Barcelona para pronunciar una conferencia a mediados de los ochenta. Le acompañó mi querido amigo Jorge Fernández Díaz en una sala que estaba llena a rebosar. Era impresionante. Había casi mil personas. Fue una conferencia brillante, como era Fraga, y conquisto el auditorio con una gran facilidad. A lo largo de los años fuimos coincidiendo muchas veces hasta que un día Mariano Rajoy, que era ministro de Administraciones Públicas, me comentó que había que resolver el tema del petrolero «Mar Egeo», que unos años antes había chocado en las costas gallegas provocando graves perjuicios. Era un tema complejo jurídica y económicamente. Durante cuatro años le ayude en la solución del problema con una estrecha colaboración con Fraga y su equipo. Finalmente, Rajoy articuló una fórmula que resolvió el conflicto. El presidente gallego siempre estuvo muy agradecido. Un día estábamos comiendo en Santiago y me dijo que aprendería mucho al lado del ministro gallego, que entonces ya había pasado a Educación. Tuvo palabras de enorme cariño hacia él que mostraban el gran respeto que tenía por su talento y capacidad de trabajo. En contra de lo que algunos decían se sentía muy orgulloso de Rajoy.
En cierta ocasión me llamó para quejarse por una información con la que no estaba de acuerdo, aunque lo hizo con el cariño que siempre me mostró tras el caso del «Mar Egeo». Le dije que creía que estaba equivocado y me respondió "Mi querido amigo, es usted el que está equivocado"y colgó. Pasó un rato y me volvió a llamar decirme que yo tenía razón. Me quede pensativo porque esa llamada mostraba la grandeza un hombre al que no le importaba reconocer un error. No es muy usual porque la soberbia o la ingratitud son una moneda corriente. La última vez que tuve el privilegio de comer con él fue en casa de su querido amigo Ángel Sanchís. Sentí mucho ver como el tiempo hacía mella en aquel gran hombre, aunque su cabeza se mantenía tan firme y despierta como siempre.
Conforme pase el tiempo, la admiración por la figura de Manuel Fraga será cada vez mayor. Lo será por las diversas facetas de su desbordante personalidad, como su contribución a la consolidación de la Democracia y la Monarquía constitucional, su aportación a la elaboración de la Constitución, la construcción del gran partido del centro derecha que hoy gobierna España y su enorme humanidad. Me quedo con el Fraga que vivió modestamente con la austeridad de un servidor público y que se ha ido ligero de equipaje pero lleno de amigos, respeto y admiración. Tras casi noventa años de vida, en los que ha ocupando las altas responsabilidades la vida pública ha sido un ejemplo de austeridad, eficacia y honradez.
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