Nueva York
El otro Cayetano
Él lo llama «tito Cayetano». Lo hace sin darle mayor importancia, sin pensarlo, con esa naturalidad que confiere la cercanía y el cariño. Era su «tito», el hermano de su abuela. Y sí, además era un gran torero, un hombre célebre que creó escuela y destacó en su época.
Pero todo eso, cuando eres un niño, cuenta poco. Lo que importaba entonces eran los veranos en Ronda, con la familia y los primos, y las cosas que los mayores le dicen a los chicos y que se quedan en la memoria. A él, a Alfonso Cayetano, su abuela Consuelo le decía de pequeño, cuando lo bañaba: «Tienes las mismas piernas que tu tío Cayetano. Son piernas de torero o de bailarín». Su abuela, que era invidente, no se equivocó. Por eso ha querido ahora recordarle: «Es un homenaje a tito Cayetano desde un punto de vista muy personal y con todo el amor del mundo». Cuenta Alfonso Cayetano de su tío abuelo que «fue un referente que hemos tenido toda la familia materna. Los niños, Francisco y Cayetano, lo homenajean en su faceta más taurina, a través de la goyesca y cosas así». Se refiere, claro, a Fran y Cayetano Rivera. Porque Cayetano Ordóñez (1904-1961), «El Niño de la Palma», fue el gran patriarca, el fundador de una saga de toreros que llega hasta los hijos de Carmina Ordóñez. «Yo, a mi manera, le he rendido un homenaje, más espiritual que artístico, abordando la unión entre ambos. Mi vínculo con el toreo viene a través de tito Cayetano», cuenta el bailarín de talle de matador. «Incluso los bailarines de la compañía me decían "¡torero!"Y muchos no sabían de qué familia vengo, porque no es algo de lo que yo vaya presumiendo». Aunque, aclara, no tiene nada que ver con la herencia flamenca: «El espectáculo es muy rico en matices, mezcla la danza contemporánea con el jazz y la clásica. Todo eso deja ver que soy un bailarín puro: llevo toda una vida bailando». Como Billy ElliotAlfonso tiene 43 años y se dedica desde hace 30 a su pasión. Lo de las piernas que le decía su abuela se decantó pronto hacia la danza. «Me acuerdo, con siete años, que adoraba a Gene Kelly y, sobre todo, a Fred Astaire. Le veía y me parecía que estaba flotando. Era un mundo aparte. Cuando vi "Billy Elliot"pensé que eso era lo que me pasaba a mí. Desde muy chiquitín tenía claro que quería bailar. Llegué a hacerme mi propio carnet en el que ponía: actor, bailarín y cantante». A los 13 años la familia se rindió, «el chico –dice de sí mismo entre risas Alfonso– bailaba hasta la música del telediario». Entró en una escuela de danza, y ahí empezó una carrera que lo llevó al Ballet Clásico Nacional, a estudiar después con maestros como Víctor Ullate, Luc Bowe y Cristina Roche. Se perfeccionó en París, Nueva York, Ámsterdam y Bruselas. Y, como profesional, bailó a las órdenes de Carmen Senra, Debra Wilie y Carmen García. «He hecho coreografías para otras compañías, para el Conservatorio de Madrid, incluso para parques temáticos. Pero llegó un momento en el que esos trabajos de encargo no me hacían evolucionar. Necesitaba un cambio. Un día, hace dos años, soñé con tito Cayetano y a partir de ahí decidí que quería formar mi propia compañía y estrenar este espectáculo». Así nació «Olé», que ahora presenta en el Teatro Arenal de Madrid, donde estará hasta el 25 de agosto.«Olé», cuenta Alfonso Cayetano, «es un homenaje al torero y al hombre. Pero no es un espectáculo biográfico». Recuerda Alfonso de su tío que «tenía una parte humana extraordinaria. Eso se refleja en el espectáculo. Era excepcional: y eso le hacía ser brillante en la lidia». En la ruinaNunca lo vio torear, pero sí lo recuerda regresando de sus viajes a América «cargado de juguetes para todos los niños de Ronda, en una época de hambre. Era una persona desentendida del dinero. De hecho, con la guerra se fue a la ruina». Hay otra parte del vaticinio de su abuela que queda por aclarar: ¿por qué no se lanzó a los ruedos un Ordóñez? «A mí me han gustado mucho los toros, el arte, lo que se llama el toreo de salón. Siempre he respetado mucho al animal. Pero me dio por el movimiento, por la expresión corporal», zanja el artista. «Me gustan los toros. Pero en el espectáculo dejo eso aparte, es algo muy personal y hay que respetar todas las opiniones. El torero de verdad, el de arte, el que nace o el que se hace con trabajo y disciplina, ama al toro. Y el bailarín ama ponerse las zapatillas, o estar descalzo y pisar el suelo». Cuenta que «Olé» va más allá de los toros. Tanto que podrá mostrarlo en breve en sitios tan exóticos y ajenos al toreo como Florencia y Camerún. ¿Y Barcelona? «Sería un sitio maravilloso para hacerlo», Y añade: «"Olé"es un espectáculo también para los no taurinos, habla de una figura del toreo, pero es un montaje muy metafórico que trata al toro y al torero casi como si la suya fuera una relación de amor». Cenizas en RondaEn aquellos años de postal, Ordóñez, el tío abuelo, fue parte de aquellos círculos irrepetibles de intelectuales que atraían como un imán a lo más granado de Europa y América: Hemingway y Orson Welles eran parte de la vida social de El Niño de la Palma. «Fue íntimo amigo de Lorca y de Picasso. Era una época muy bonita y romántica. A veces la echas de menos. Antes dabas tu palabra y con eso llegabas a todas partes. Ahora te dicen una cosa y luego es otra». Y no es una fotografía trucada del pasado: la mitad de las cenizas del director de «Ciudadano Kane» se esparcieron en Hollywood, y la otra mitad se encuentran enterradas en el pozo de «El Recreo de San Cayetano», la finca del patriarca de los Ordóñez en Ronda. «Eran íntimos amigos. Tito Cayetano estaba muy unido a todos ellos y yo de alguna forma lo reflejo en el espectáculo». Los Ordóñez viven en Ronda. Alfonso nació en Madrid, pero compartió tiempo con sus tíos y primos de pequeño. «Tanto mi padre como mis hermanos viven allí. Y otros familiares están en Sevilla, en Madrid… Somos una familia muy grande». Recuerda que Fran, «de chiquitín, quería ser albañil. Fíjate, ¡no tiene nada que ver!». «Chiquillo, ten cuidado»Vio faenas de su tío Antonio, siempre con tranquilidad. Pero confiesa de Fran y Cayetano que «viéndolos torear he pasado miedo. Quizá porque les tienes un cariño especial y porque has visto lo que han sufrido con la muerte de su padre y de su madre. A su alrededor hay bastante gente que los quiere mucho. Habrá otra interesada, ya sabes que en este mundo se mueve de todo. Pero hay mucha que se preocupa, y cuando los ves torear eso te toca, te da pellizquito. Piensas: ¡chiquillo, ten cuidado!». Lamenta sólo que «no he tenido mucho respaldo de ellos». Pero lo comprende: «Están en otro mundo, supongo que no pueden». Por eso no lamenta especialmente que le hayan dado «pocas palmaditas en la espalda» y sabe agradecer las que sí ha recibido, como las de Belén Ordóñez: «Mi prima me ha dicho siempre: no me dejes sin tu arte».La retiradaEntregado por completo a su espectáculo, asegura Alfonso Cayetano que «llega un momento en escena en el que me olvido de todo y quisiera morirme. En ese instante, la edad no cuenta para nada». Y recuerda lo que decía su tío segundo, Antonio Ordóñez: «Hay cosas que ocurren en la plaza que son más interesantes que lo que pasa en la propia vida. A mí me ocurre eso mismo». Por eso, de momento, no escucha a quienes le dicen que, a sus 43 años, debería dejar de bailar y dar clases o dirigir. «Quiero hacer lo que me apetece. Si tengo un reconocimiento, siempre es bonito. Pero no es en lo que debe pensar un artista». Él sigue trabajando: «Las cosas llegan cuando tienen que llegar. Que no sea por tenacidad y constancia», dice rotundo.El DetalleCayetano Ordóñez, el Niño de la Palma, nació en Ronda en 1904 y murió en Madrid en 1961. En 1925 tomó la alternativa en la Maestranza, con Juan Belmonte y Pepe Algabeña como padrinos, y en 1926 ya era la primera figura del toreo nacional con 78 corridas. Sus cinco hijos siguieron sus pasos: Cayetano, Juan, José, Alfonso y Antonio. Este último fue Antonio Ordóñez (1932-1998), torero de esencias que añadió leyenda familiar a la dinastía al casarse con Carmina, hermana del gran Luis Miguel Dominguín. Y de aquella unión nacieron Belén y otra Carmina, que con los años protagonizaría una de las bodas del momento, con el joven torero que triunfaba, Paquirri. Y así siguió la línea hasta los hijos de éstos, Fran y Cayetano.
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