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Ron Lalá los hombres del tiempo

Metieron un gorrión en un limón y la cosa funcionó (el limón voló), rebuscaron en su «misterio del interior» hasta encontrar hombres que hablaban en palíndromos y predijeron el fin del mundo con congregaciones de cactus en el desierto. Tratar de explicar todo lo anterior es tan futil como definir el humor de Ron Lalá.

Ron Lalá, los hombres del tiempo
Ron Lalá, los hombres del tiempolarazon

Dejémoslo en algunos adjetivos: original, inteligente y muy divertido. El quinteto actoral-musical regresa a la cartelera con su cuarto montaje: «Time al tiempo». Léase así, «time», no «taim». Imperativo de timar. ¿Y cómo se engaña al tiempo? «Tienes que gastarte bastante pasta en cirugía capilar, hacer mucho yoga y taichí, y vivir conforme a como la sociedad quiere que lo hagamos, muy educadamente y con 3.000 euros al mes. Y así puedes ser un hermoso cadáver: vas a estar muy joven en el día de tu funeral, que es lo que cantamos en este "Time al tiempo", en el que éste, como gran trilero que es, acaba timándonos a todos nosotros, a todos los seres humanos, personajes y espectadores», explica Álvaro Tato, autor de buena parte de las letras, poeta y uno de los cinco componentes en escena de Ron Lalá, que es grupo de seis si se cuenta a su habitual director, Yayo Cáceres.

El espectáculo, explica, Miguel Magdalena, otro de los actores-músicos del combo, «empieza con una Big Band, que es la banda sonora del origen del universo, y termina con los tanguillos del futuro, que están grabados en el año 3026. Entre medias pasamos por el romanticismo del XIX, hacemos unos cantes trogloditas, y nos vamos un momento a Alcorcón, con un número bacalaero y poligonero». Hay en ese proceso tiempo para el tiempo con mayúsculas y para las pequeñas historias, como la de una abeja y una flor, «que es su único día de vida, es una pieza casi chejoviana», explica Tato. Y en ese camino, el propio Tiempo aparece como personaje con monólogo: «Es un trilero, intenta salvar su posición ante la gente, reivindicar que está un poco harto de que lo utilicen como excusa para todo, y se queja de las frases hechas, que si "no he tenido tiempo para llamar", que si "el tiempo todo lo cura"...», cuenta Daniel Rovalher, tercer pilar del quinteto.

Después de desestructurar en coplas y tangos el Apocalipsis en «Mundo y final», y de atacar al mismísimo tiempo, les quedan ya pocas esencias por abordar. «El próximo espectáculo lo hacemos sobre el amor y luego nos separamos», bromea Tato. Y apunta Íñigo Echevarría, cuarto «ronlalero»: «El punto de partida es siempre el mismo: algo que nos interese contar y que sea lo suficientemente generalista como para que pueda llegar a todo el mundo». Y dejan claro que hay poca trascendencia en sus propuestas: «No se nos ha subido el éxito a la cabeza, porque no es tal... No hay ni éxito ni cabeza», sueltan entre carcajadas. Alejados de lo «empresarial», añade Tato, «nuestro proyecto busca siempre esos temas porque parte de que somos un grupo de amigos que son músicos, actores, director...». Y añade Magdalena: «Todo el mundo se pone muy grave cuando habla de la muerte o del tiempo, lo nuestro es una manera de deshacernos de ese discurso». Y asegura Juan Cañas –el quinto en discordia– que es «una declaración de intenciones».

Reinventarse
Para hablar de cómo pasa el tiempo para la compañía, toma la palabra el director del espectáculo, yayo Cáceres: «Como todo el que se dedica al arte, hacemos un esfuerzo por reinventarnos y redescubrir la magia. Y, sobre todo, intentamos no quedarnos anclados en lo que se hace de manera fácil y natural. Para eso, trabajamos mucho. Un segundo puede ser la diferencia entre un buen gag o un gag muerto». Y añade entre risas: «Dicho todo esto, siempre hacen lo mismo». La broma es cierta, al menos en parte: Ron Lalá ha encontrado un estilo, un terreno propio que explotan con inteligencia. Pero ahí están los detalles que dicen que la compañía crece –en este montaje cuentan con la iluminación de Miguel Ángel Camacho–, aunque Tato relativice con humor su evolución: «Antes viajábamos con una maleta y ahora con una furgoneta. Por lo demás, todo sigue igual». Y ya en serio, asegura: «Hemos incrustado en este espectáculo bastante más poesía escénica, rescatándola de lo que ha hecho Ron Lalá durante un montón de años, en los que quizá se había disipado entre las carcajadas».

Al minuto
«Cada espectáculo tiene su personalidad», explican Ron Lalá de su trayectoria. «Pero hay algo que casi comparten los tres: los dos primeros duraban 1 hora y 17 minutos, y éste anda por ahí». Lo que sí cambia es el universo musical de uno a otro. Esta vez, cuentan, «hay momentos en que utilizamos sonoridades de instrumentos acústicos, como acordeón, guitarra española o clarinete, y al mismo tiempo algo que no habíamos usado nunca: una caja de ritmos, con su sintetizador y su mesa de mezclas». Y todo, subrayan, «en riguroso directo».