Castilla y León

A dedo

La Razón
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En el diccionario de la Real Academia de la Lengua, «dedazo» es la designación de un candidato a un puesto público, de parte del poder ejecutivo, sin las formalidades de rigor. En el diccionario de los socialistas, «dedazo» no es otro que la designación de Rajoy por parte de Aznar. Poco importa que el gallego fuera luego aclamado como presidente del PP por el 98,37 % de los votos de los compromisarios del partido. La designación a dedo de Aznar fue, evidentemente, decisiva.

Olvidan los socialistas que, salvo Zapatero que llegó cual forastero –porque el caos interno propició el Congreso–, el dedo es la forma habitual para designar cargos en todos los partidos. Lástima, pero es así. Aznar lo hizo con Rajoy, y Rajoy lo hizo con Cospedal, y suma y sigue. A dedo, Zapatero señaló al hoy defenestrado Tomás Gómez para liderar el partido en Madrid, y a dedo eligió a Sebastián como candidato a las municipales. A dedo llegó Oscar López a la dirección de Castilla y León y a dedo Griñán a la andaluza, antes de que los Congresos regionales les avalaran. Y a dedo sustituirá Mar Moreno a Griñán, porque así lo ha decidido ya Zapatero. La historia de los partidos es una concatenación de «dedazos».

Qué decir, pues, del «dedazo» que Zapatero va a perpetrar en Madrid con Trini y Lissavetzky. El presidente elige, Blanco dispone, y los delegados aplauden. Aunque esta vez el guión ha fallado porque Tomás Gómez parece que disputará primarias, lo que Zapatero está pretendiendo evitar a cambio de ofrecerle cualquier prebenda. La «democracia» de los partidos prefiere los «dedazos» a las primarias.

No es de extrañar pues, que los cuarteles generales de socialistas y populares se trasladen a Moncloa, cuando gobiernan. Cuando Zapatero cesó a María Antonia Trujillo del Ministerio de la Vivienda le dijo que no era por estar descontento con su gestión, sino porque debía nombrar a Carme Chacón pues había que ganar en Cataluña. Así es como los presidentes en nuestro país, con un poder omnímodo, nombran y desnombran ministros, para luego lanzarles a las elecciones municipales y autonómicas, o a las generales si llega el caso. Así es como Aznar designó a Rajoy vicepresidente para luego señalarle como número 1, y habremos de estar atentos a las vicepresidencias que nombra Zapatero en su próxima remodelación.

En España, los partidos son claustrofóbicos, porque así lo quieren nuestros políticos. No nos desgañitemos los ciudadanos pidiendo listas abiertas electorales, como demandan los pro taurinos para no votar a los diputados de CIU y del PSC que se han cargado la Fiesta en Cataluña. Esto no lo veremos. Los aparatos no harán reformas para darse un tiro en el pie. Cambiarán la Ley Electoral, como de hecho, escandalosamente, pretenden para que las televisiones privadas den información de campaña con cuotas, una fórmula trasnochada y antidemocrática que nos retrotrae a los peores tiempos de los «dedazos» en nuestro país. Mientras, ellos seguirán manejando los debates electorales y las señales de televisión de sus mítines. De «dedazos» estamos todos hartos, porque ellos de poder están ahítos.