Caracas
Expropiar al caudillo por Alfonso Merlos
La oposición venezolana va por buen camino. La prueba del nueve de que la gimnasia democrática de este fin de semana dotará de consistencia política al frente anti Chávez reside en el hecho de que el caudillo, que llegó al poder hace trece años, haya calificado las primarias de simple circo montado por una peña de tecnócratas, de patético espectáculo organizado por la siniestra mano del imperialismo. No es que el déspota venezolano haya perdido el juicio; es que simplemente vapulea y ningunea los rudimentos más elementales a través de los cuales los partidos, en las sociedades libres, eligen a sus mejores representantes. Lo determinante aquí, más allá del nuevo liderazgo de la disidencia, es la solidez y la oportunidad de la agenda presentada por la Mesa de la Unidad Democrática. El Banco Central no puede funcionar como un mero apéndice manejado al antojo por un iluminado.
El Poder Judicial no puede ser un arma para la extensión de la ideología socialista y la represión de sus adversarios. Los precios no pueden estar gubernamentalmente intervenidos. Tampoco la compañía estatal de petróleos puede ser utilizada para empobrecer a unos ciudadanos que están hasta la coronilla de que sus recursos sirvan para financiar a los totalitarios amigos de un cacique dispuesto a aliarse con cualquier enemigo de la libertad, tenga la residencia en La Habana o en Teherán.
Los venezolanos que quieren un Estado de derecho merecedor de tal nombre están haciendo lo que deben. Pero sólo soplarán con fuerza vientos de cambio en el país si Estados Unidos y Europa luchan para que así sea. Del aliento y el empuje de la comunidad internacional dependerá que se inicie una carrera creíble para expropiar, democráticamente, a quien ha dinamitado desde que llegó al poder la dignidad más fundamental de sus conciudadanos. Sólo entonces Caracas dejará de oler a azufre.
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