Tiempo de mudanza por Jorge Urosa

En Castilla se suele decir que en tiempo de tribulaciones mejor no hacer mudanzas. Sin embargo, en este tiempo atribulado, parece que todo el mundo ha decidido reformar, y ahora, le ha tocado a la Administración de Justicia. Sería justo decir que es la más necesaria e inaplazable reforma que se vaya a emprender en esta crisis continuada que estamos sufriendo.

Nuestra Administración de Justicia, en concreto el Poder Judicial, está contaminada por la política y los partidos, por decisiones mediatizadas por intereses ajenos al Derecho y la justicia, cuando no, por lo políticamente correcto. Nada más sonrojante que ver cómo una vicepresi-denta del Gobierno abroncaba en público a la presidenta del Tribunal Constitucional, o cómo el Consejo General del Poder Judicial no se renovaba por las luchas partidistas. Con todo, la gota que ha colmado el vaso ha sido cómo se han aireado los trapos sucios a consecuencia del «caso Garzón».

Por desgracia, el gobierno de los jueces no ha sido ni de los jueces, ni para los jueces, y, lo peor, es que tampoco ha sido para los ciudadanos, ha sido para los políticos y los intereses de los partidos. Tenemos una administración atiborrada y anquilosada en su cabeza , pero famélica en sus órganos y, lo más triste, con el corazón negro de tanto obedecer. Mientras que un presidente del Supremo considera que 12.000 euros son migajas, los oficiales de juzgado languidecen con ordenadores obsoletos, acumulando papel en la era digital y retrasos de años para obtener una primera sentencia.

Sí, es una reforma necesaria; hay que nombrar a doce hombres sin piedad con el pasteleo, doce vocales elegidos por los jueces que independicen sus decisiones de la política y las vinculen de una vez al Derecho, sólo así tendremos una verdadera democracia. Si ganamos esa batalla, el resto de trances, la ley del aborto, el Código Penal o la reforma mercantil serán meras escaramuzas.

Jorge Urosa
Profesor titular de Historia del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid