Buenos Aires
El balneario de los malditos
Adolf Eichmann, el «contable de la solución final», vivió en Argentina plácidamente, pero su descubrimiento avivó la sospecha de que el país suramericano fue un refugio de nazis.
A Lorenzo, el conductor de la excavadora, le llamó la atención que se reuniera tanta gente a mirar cómo derrumbaba esa casa decadente, perdida en una zona pobre de San Fernando, en las afueras de Buenos Aires. Pero más le sorprendió que algunos curiosos removieran los escombros en busca de un trozo de mampostería de recuerdo, como si se tratara del Muro de Berlín. Entonces, preguntó por dónde estaba pasando su máquina. Quedó impresionado cuando supo que los mil pesos del trabajo (200 euros) se los había pagado la familia de Adolf Eichmann, considerado como el mayor asesino de Europa, responsable del transporte de los judíos hacía los campos de exterminio y cerebro del Holocausto.En ese vetusto chalet de tres dormitorios, situado en la calle Garibaldi 6067, había vivido bajo identidad falsa Adolf Eichmann hasta que el 15 de mayo de 1960, fue capturado sobre la vereda por un grupo de «nokmin» (vengadores) del Mossad (servicio secreto israelí) en una sigilosa operación que dejó estupefacta a la humanidad y puso en jaque las relaciones entre Argentina e Israel.Que Adolf Eichmann estaba refugiado en la Argentina, así como su localización y captura, sólo se supo cuando Israel anunció al mundo que lo tenía prisionero en Jerusalén. Más tarde sería condenado a muerte y ajusticiado en la horca. El Mossad lo había trasladado en vuelo directo desde el aeropuerto porteño de Ezeiza a bordo de un avión Britannia, de El-Al, acondicionado con una celda, y que oficialmente sólo llevaba al ministro de Exteriores de ese país, Abba Eban, ilustre visitante para los actos del sesquicentenario de la Revolución de Mayo. Cuando se cumplen 50 años de la Operación Garibaldi, los historiadores vuelven a preguntarse por los métodos utilizados por Eichmann y otros 10.000 nazis para huir de Alemania tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y, de nuevo también, vuelve a escucharse el nombre de Odessa, la red internacional que ayudó a los nazis a escapar de Europa e instalarse como inocentes emigrantes. Entre ellos se encontraban algunos de los hombres claves del régimen, como Eichmann, Josef Mengele o Erich Priebke, oficial de las SS y responsable de la matanza de un grupo de 335 rehenes italianos. Junto a otros, éstos encontraron refugio en Argentina, protegidos por el mismísimo general Juan Domingo Perón. A través de varios gobiernos, se trazó una ruta de escape para asesinos nazis. Según Simon Wiesenthal –el célebre cazador de nazis–, detrás de todo este entramado estaría la Odessa (del alemán, «Organisation der ehemaligen SS-Angehörigen»: Organización de Antiguos Miembros de la SS), fundada en 1946 para ayudar a nazis prófugos de la justicia internacional. Los destinos predilectos de los fugitivos fueron España y Suramérica, sobre todo Argentina.En 1938, en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial, y con las políticas de Adolf Hitler sobre los judíos en tránsito, el gobierno argentino sancionó una ley secreta de inmigración que restringía el acceso a todo individuo despreciado o abandonado por el gobierno de su país. Esto implícitamente apuntaba a los judíos y otras minorías que huían de Alemania en este momento.Archivos quemados La ley fue descubierta y denunciada por el escritor argentino Uki Goñi, quien admite que su propio abuelo participó en su ratificación. No obstante, Argentina aceptó más inmigrantes judíos que cualquier otro país latinoamericano. Esta legislación, aunque ya en desuso desde hace muchos años, fue revocada el 8 de junio de 2005.En 1946, el diplomático estadounidense Spruille Braden acusó al gobierno de Perón de varias políticas a favor del Eje y antiamericanas en Argentina y en los países vecinos y abusos masivos contra los derechos humanos. Sin embargo, la Jewish Virtual Library escribe que aunque Juan Perón simpatizó con los poderes del Eje, «Perón expresó también simpatía por los derechos de los judíos y estableció relaciones diplomáticas con Israel en 1949. Desde entonces, más de 45.000 judíos emigraron a Israel desde Argentina».En su libro «The Real Odessa» («La auténtica Odessa), Goñi logró identificar a más de 200 nazis fugados a la Argentina a través de esta red y hasta identificó por fecha 49 expedientes de ingresos de nazis o sus asistentes. En 2003, a poco de llegar a la presidencia, Néstor Kirchner ordenó sacar a la luz esos expedientes. Hasta se designó a dos funcionarios para la misión, pero sólo lograron dar con dos de esos expedientes. Otros 26 se supo que fueron quemados en purgas administrativas de Migraciones, en 1958 y 1967. Los 21 restantes se declararon desaparecidos. Las sospechas sobre los expedientes que faltan apuntan a alguno de los gobiernos peronistas de todos estos años. Se supone que en esos expedientes debían surgir, inapelables, las pruebas de la complicidad del gobierno argentino en la fuga de los nazis. «Distintas fuentes me han hablado de una quema de documentos que se habría hecho en 1996 detrás del Hotel de los Inmigrantes», cuenta Goñi. Las razones no le generan, en cambio, ninguna duda. «Los robaron o los quemaron para proteger la imagen de Perón o de la Iglesia. Porque así funcionan los funcionarios y burócratas. Tienen un reflejo automático para tapar y esconder», agrega.El misterio del Hotel EdénLos nazis se instalaron sobre todo en el sur de Argentina, en la Patagonia, una zona que por aquel entonces estaba desierta y era prácticamente inaccesible. Pero también se refugiaron en el norte del país, entre las sierras de Córdoba. Especial notoriedad tomó el Hotel Edén, enclavado en la falda occidental de las Sierras Chicas, entre un mar de pinos y eucaliptos. Sus propietarios durante la guerra, Walter e Ida Eichhorn, habían sido amigos personales de Adolf Hitler y algunos de sus oficiales de Estado Mayor. El 17 de septiembre de 1945, la pareja y su hotel llamaron la atención del FBI norteamericano tras encontrar un texto que decía: «Si el Führer tuviera en algún momento dificultades, él podría encontrar un refugio en La Falda, donde ya se han hecho los preparativos necesarios». El documento está fechado cuatro meses y diez días después de que Hitler se suicidara supuestamente en el búnker de la Cancillería, en Berlín, y forma parte de una serie en la que el FBI investigó la supuesta huida del jefe nazi hacia la Argentina.A orillas del lago Nahuel Huapi, entre las nevadas colinas de los Andes, emerge una estancia misteriosa que, aunque abandonada hace años, se ha convertido en el centro de una leyenda y en la atracción número uno entre los turistas que visitan la zona. Es según un extenso grupo de periodistas, escritores e historiadores, la casa donde Adolf Hitler disfrutó de su exilio en Bariloche, en el sur de Argentina. Uno de los principales seguidores de esta tesis es el periodista Abel Basti. En su último libro, «El exilio de Hitler», asegura que el líder nazi no sólo no se suicidó en el búnker berlinés, sino que además escapó de Europa a través de España y, después de una travesía submarina transatlántica, desembarcó en las costas patagónicas para pasar sus últimos años en una casa cercana a la cordillera. «El libro aporta un documento del servicio secreto alemán que da cuenta de un viaje de salida de Hitler con rumbo a Barcelona, están detallados el vuelo y los pasajeros de ese vuelo, el horario de salida y el de llegada, con destino final a esa ciudad de España. Además, en una fecha que, según la historia oficial, Hitler estaba a punto de suicidarse». «Además, en 15 de años de investigación encontré varios testimonios de personas que estuvieron en Argentina con Hitler. Como por ejemplo Hernán Ancín, que fue testigo de las reuniones que mantenían en 1953 en Mar de Plata, Hitler y Ante Pavelic, presidente de la Croacia nazi». «Hitler llegó a Bariloche con 56 años, con buena salud, sin bigote y con un corte de pelo que le hacían absolutamente irreconocible. Ahora estoy investigando donde están enterrados sus restos, porque puedo asegurar que el Führer realmente murió en Argentina», asegura Abel Basti. Su teoría, claro está, es sólo una teoría. Eichmann el obedienteEn la madrugada del 1 de junio de 1962 Adolf Eichmann fue ejecutado después de un largo juicio. Sus últimas palabras fueron: «Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera». Su secuestro y posterior traslado a Jerusalén para ser juzgado estuvo acompañado de una gran polémica por la determinación del estado israelí de «cazar» a uno de los grandes responsables del Holocausto saltándose las reglas del derecho internacional. Sin embargo, la defensa de Eichmann, que asumió él mismo, se basó en derivar responsabilidades. «No perseguí a los judíos con avidez ni con placer, fue el Gobierno quien lo hizo... En aquella época era exigida la obediencia». Él lo fue fielmente porque su trabajo consistió en organizar el transporte de los judíos hastas los campos de concentración siguiendo una precisa planificación estadística.
✕
Accede a tu cuenta para comentar