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Deudas comunitarias
Hace muy pocos, días un médico amigo me comentaba lo que unos laboratorios farmacéuticos le habían contado; al parecer una comunidad, que no señalaré con el dedo, tenía con ellos una deuda tan monstruosa y extendida en el tiempo que estaban pensando en dejar de suministrar medicamentos a sus hospitales.
Al final, una que siempre ha creído en las identidades de las tierras, va a acabar por pensar que cada cual debe ser él mismo, pero dentro del orden establecido; o lo que es igual: que si las comunidades, además de multiplicar gastos, resulta que generan una deuda que no puede ser controlada ni vigilada más que cuando sus dirigentes cambian de color, casi sería mejor que hubiera un delegado del Gobierno y se renunciara a identificar los territorios del Estado según sus propias características.
La España de las autonomías ha generado mucha pasión en nuestro país; pero llegados a este momento de crisis económica, o nos tomamos en serio que la gestión de esas autonomías debe estar lo suficientemente controlada como para que no haya robaperas ni tampoco ineptos, o acabamos enterrando el país con las diferentes banderas autonómicas.
Insisto en que, como creo en la buena fe, no pienso que todas las deudas provengan de la corrupción. Ni mucho menos. Pero si me parece que todo tiene mucho que ver con la falta de profesionalidad que hay en la política, y más si cabe en la autonómica y municipal donde, por aquello de la cercanía, se pasa de puesto en puesto y de cargo en cargo casi más fácilmente que de comunidad en comunidad.
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