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Hispanocurrencia por Carlos Rodríguez Braun
Pero, ¿cómo no se nos había ocurrido antes esto de los «hispabonos»? Se trata de aplicar a España lo que ya hace la Unión Europea, ese paradigma de protección de los contribuyentes, que tanto respaldo popular ha cosechado con todas sus iniciativas, como la Constitución Europea, sin ir más lejos. La idea es repartir los costes a modo de socializar la irresponsabilidad política. Así como Europa no puede dejar caer a Grecia, España no puede abandonar a las comunidades autónomass. Lo dijo Cristóbal Montoro, que es catedrático.
Como las autonomías sólo se financian con un diferencial debido al riesgo que plantean sus cuentas, hay que facilitar su financiación, abaratándola mediante el aval del Estado, indirecto, porque le está vedado avalarlas directamente, aunque, bueno, se hace lo que se puede, y lo que pagan los contribuyentes, como sucedió en el caso de la deuda de la Comunidad Valenciana a finales del año pasado.
Es verdad que al hacer esto se degrada la calidad del activo que el Estado ofrece a los inversores, con lo cual debe pagarles un tipo de interés mayor, coste que se centrifugará no entre los ciudadanos de una autonomía en concreto sino entre todos los españoles. Estupenda idea, porque las autonomías recibirían dinero a un coste menor que el de los bonos «patrióticos» –vaya nombre, por Dios. ¿Cómo era lo del patriotismo y el refugio?–. En fin, que es una gran solución y aquí todo el problema es cómo conseguir que el pueblo soberano no se dé cuenta de lo que está pasando y pagando, y lo acabe aplaudiendo, mediante fuegos artificiales redistributivos, como en el caso del plan de pago a proveedores. Cualquier cosa, por fin, será mejor que la terrible alternativa.
En efecto, en ausencia de estos enjuagues, las administraciones públicas deberán ser responsables, no aumentar su endeudamiento, reducir el gasto e incluso, horror de los horrores, los impuestos. ¡Eso nunca!
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