Eurocopa

Minsk

España somete a Bielorrusia (0-4)

Un gol de Jordi Alba, en fuera de juego, dio paso al recital de «La Roja» con Pedro como solista

El jugador de España Cesc Fabregas (d) disputa el balón con Yan Tigorev de Bielorrusia
El jugador de España Cesc Fabregas (d) disputa el balón con Yan Tigorev de Bielorrusialarazon

En el estadio del Dinamo de Minsk no había noticias de Alexander Lukashenko, presidente de la última dictadura europea, un tipo que figura en la lista negra de la UE y de Estados Unidos y a quien no se le permitió acudir a los Juegos de Londres. Tiene tanto poder que gana todas las elecciones desde 1994 con el 110 por ciento de los votos… Esa «unanimidad» choca con la admiración unánime que despierta la Selección española. En Bielorrusia, con Busquets de central y Fábregas como falso 9, abrumó. Lástima que la rapiña de los poseedores de la señal televisiva de este encuentro no permitiera a los españoles ver a su equipo, así que, ojos que no ven, selección que lo siente. Le apenó a Del Bosque la situación, pero una vez que empezó, sus órdenes fueron cumplidas a rajatabla. Sólo valía la victoria, por ella lucharon y la consiguieron. Tres goles de Pedro, monumental, y uno de Alba: 0-4.

Del Bosque, a su aire, impermeable; escucha a todo el mundo, elude las polémicas y hace lo que le da la gana, que suele ser lo más conveniente para la Selección. En Minsk dejó en el banquillo a Torres, a Soldado, a Villa, y alineó a Cesc. Con esta decisión alimentaba la polémica sobre el falso 9. Frente a un equipo como Bielorrusia, cuyo fundamento es el Bate Borisov que ganó 3-1 al Bayern de Múnich, a priori parecía obvia y necesaria la presencia de un ariete. Ninguno como tal y el debate quedó en agua de cerrajas cuando a los 12 minutos marcó Alba y a los 21, Pedro.

El primer tanto español no fue producto de la casualidad sino de la insistencia. «La Roja» secuestró la pelota y, con profundidad y un ritmo difícil de seguir para los rivales, ampliamente superados, empezó a sentenciar. Fábregas ya había tirado al palo a los dos minutos y Silva chutó fuera en la segunda ocasión consecutiva. Los bielorrusos defendían con una línea de cinco y miraban a Rodionov, el delantero isla, como a un cuerpo extraño.

El dominio fructificó cuando Jordi Alba, en fuera de juego, aprovechó el sutil taconazo de Pedro para marcar el 0-1. No se conformó España con ese gol, quería más, y consolidar su dominio absoluto en el simultáneo. No sufría atrás y la presencia de Busquets en la zaga, junto a Ramos era casi testimonial. El fútbol estaba por delante de él, donde Alonso, Xavi, Cazorla, Silva y Cesc lo bordaban con la incorporación extraordinaria de Alba y la fantástica contribución de Pedro, inspiradísimo, no sólo cuando propició el 0-1, sino cuando adivinó el centro de Silva y se anticipó a su central para establecer el 0-2.

Frente a España, que jugaba muy bien, con un fútbol reconocible, con sello inconfundible y con velocidad, que en ocasiones los rondos aburren, Bielorrusia parecía menos de lo que es, o de lo que demostró en París contra Francia, aunque perdió 3-1. Quizá por ello, o por la insoportable levedad del ser, que escribió Kundera, los bielorrusos intentaron contrarrestar el fútbol español con patadas. La rebeldía duró lo que tardó el árbitro belga en cortar los brotes de juego sucio.

En caso de empate entre los dos primeros del grupo, se clasifica para el Mundial de Brasil aquel que ostenta una mejor diferencia de goles general. Convenía golear a Bielorrusia, por si acaso y porque Francia, que visita el martes el Calderón, es rival de cuidado. Y así, sin perder de vista la portería contraria, España continuó con su dominio, que rozaba lo impertinente, y con jugadores de refresco que no están al alcance de cualquier selección; un ejemplo, Iniesta por Silva, y una conclusión: 0-3, otro de Pedro, a centro de Xavi; 0-4, el tercero del canario, a pase de Cesc, y Villa, que relevó a Xavi, no hizo el 0-5 por el larguero. Conclusión, un resultado así no implica que Bielorrusia sea una selección fácil, que lo es, sino que España es mucho mejor, la campeona.

Sin televisión ni radios en el estadio
Por primera vez desde 1983, un partido de la Selección no fue televisado en directo para España. Desde aquel encuentro en Malta, la ida del 12-1 que clasificó a «La Roja» para la Eurocopa de 1984, el fútbol del equipo nacional no estaba a oscuras en televisión. España volvió al blanco y negro y a la radio mezclada con las páginas web que ofrecen los partidos. Pero la radio tampoco estaba dentro del estadio. «Si no hay dinero, no hay línea», les dijeron a los enviados especiales de las emisoras españolas. La petición oscilaba entre los 5.000 euros si el partido era televisado y los 25.000 si no se veía en España. Las radios, como las cadenas de televisión, decidieron ahorrarse el gasto y sus enviados especiales tuvieron que narrar el encuentro desde el hotel. Por suerte, allí sí se televisaba el partido.