Francia

Castella y Nimes se vuelcan por Haití

- Nimes (Francia). Se lidiaron toros de las ganaderías de Albarreal (1º), Garcigrande (2º y 5º), Núñez del Cuvillo (3º), Alcurrucén (4º) y El Pilar (6º), de juego desigual. Media entrada.- Sebastián Castella, de gris plomo y azabache, como único espada, pinchazo, media desprendida, dos descabellos (silencio); estocada entera (dos orejas); dos pinchazos, entera, dos descabellos (saludos); estocada entera (silencio); pinchazo hondo, estocada entera (oreja); pinchazo, menos de media estocada, descabello (saludos).

Sebastián Castella en una foto de archivo
Sebastián Castella en una foto de archivolarazon

Nimes (Francia)- La encerrona de Sebastián Castella en favor de las víctimas del pasado terremoto de Haití no contó con la masiva asistencia esperada. Esto fue debido en buena parte a la fuerte lluvia, que al igual que en días precedentes, cayó durante la tarde de este jueves, festividad de La Ascensión, en la ciudad de Nimes. También influyó el hecho de la obligatoriedad de adquirir, junto con la entrada de este festejo, la de la novillada que se celebró por la mañana. Pese a ello, Castella logró salir por la anhelada «Puerta de los Cónsules» al sumar las tres orejas necesarias.Los toros tuvieron un desigual comportamiento. El primero de ellos, de embestida noble y pastueña, le permitió al diestro estar muy a gusto. Sin embargo, su mal manejo de los aceros le privó de tocar pelo. Mucha mejor clase tuvo el segundo, del hierro de Garcigrande, un animal que embistió humillando y repitiendo. La faena fue de mano baja en la que destacaron sobre todo las tandas en redondo. Sufrió un revolcón sin consecuencias y la recta final del trasteo fue de arrimón.Al tercero de Núñez del Cuvillo, al que saludó de capote con unos lances genuflexos, metió muy bien la cara. La faena fue de toreo muy ligado y profundo gracias a que el animal tenía una embestida incansable. Sin embargo, las armas toricidas traicionaron de nuevo al francés privándole de premio.El cuarto de la tarde, del hierro de Alcurrucén, tuvo una embestida reservona y fue haciéndose cada vez más tarda hasta que las últimas series fueron de base de muletazos arrancados practicamente al toro.El quinto, de Garcigrande, tuvo nobleza y repitió, aunque no terminó de humillar. Ante este ejemplar Castella, que se lució en un quite por tafalleras, inició su trasteo con los cambiados por la espalda «marca de la casa». Exprimió hasta el último de sus muletazos y concluyó con una tanda de manoletinas. Cerró plaza un ejemplar de El Pilar al que saludó con unas cadenciosas verónicas, para con unos ayudados por alto, iniciar una faena en la que se le vio eminentemente técnico, capaz de tapar los defectos a un toro que salía distraído de cada muletazo y que para colmo a la hora de matar se entableró dificultando enormemente la ejecución de la suerte por parte del francés.