Nueva York
OPINIÓN: La fuerza del Espíritu
El Espíritu es el protagonista de la liturgia de la Palabra de este domingo. Cristo no deja huérfanos a los suyos, pues permanecerá entre ellos de un modo nuevo, distinto, por medio del Espíritu que Él mismo comunicará a la Iglesia mediante el ministerio de los Apóstoles, para que cada cristiano «dé razón de su esperanza» y pueda soportar la cruz que conlleva ser fiel a la vocación. «Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la Verdad».
El cristiano es aquel que ha tenido la gracia de un encuentro con Jesucristo vivo y resucitado, encuentro «transformador» que ofrece seguridad en el presente y esperanza para el futuro. Cuando Jesús en cierta ocasión preguntó a los discípulos si también ellos querían marcharse, Pedro respondió: «Y ¿dónde vamos a ir?, sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna». Ésta es la experiencia de cada cristiano, de cada hombre o mujer, niño, joven o anciano que dedica su vida a que, con su palabra vacilante o con su testimonio a veces tembloroso, todos los que les escuchen o vean -compañeros de estudios o trabajo, amigos o familia, etc.- lleguen un día a conocer a Cristo y gozar de su misma vida.
Podemos sufrir penalidades, contradicciones y desprecios porque nos anima el Espíritu de la Verdad, y porque sabemos que llevamos el anuncio de la Verdad, aunque sea incómoda. Podemos estar alegres en el sufrimiento porque ser cristiano es tener la Vida, en mayúsculas. Podemos dar la vida porque la hemos encontrado en Jesucristo. No somos ni queremos vivir tristes y amargados porque sabemos que «el cristianismo no es un conjunto de reglas opresoras, no es un pensamiento filosófico para los sabios, no es una ideología que te etiqueta... El cristianismo es el acontecimiento que cambia la vida del hombre, que sacia su hambre de amor y su sed de eternidad, que colma su corazón inquieto de una profunda y auténtica paz». Son palabras de un Papa -Benedicto XVI- que nos invita a mostrar al mundo la belleza del Evangelio, la plenitud del «más bello de los hombres», Jesucristo. Y ante esto no es posible echarse atrás.
A los jóvenes americanos reunidos hace tres años en Nueva York el Papa les dijo -y con ellos nos decía también a todos nosotros-: «proclamen a Cristo Señor… ayuden a sus coetáneos a encontrar la verdad de sus vidas y del mundo… ayuden a otros a caminar por el camino de la libertad que lleva a la satisfacción plena y a la felicidad duradera». Libertad y Verdad, dos palabras manoseadas y desvirtuadas por esta sociedad actual que, al no creer en ellas, esclaviza y relativiza.
¡Adelante, y sin miedo! Tenemos la fuerza del Espíritu.
Luis Emilio Pascual
Capellán de la Universidad Católica San Antonio de Murcia
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