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Embajaditas por Alfonso Ussía
Los catalanes que se encuentran en apuros fuera de España acuden a la Embajada de España o al Consulado
El Muy Honorable Presidente de la Generalidad de Cataluña, señor Mas, tiene, como todos, muchas deudas y la caja vacía. También excesivos gastos innecesarios y de gran inutilidad, consecuencia de la política merluza y besuga del nefando tripartito. Uno de esos gastos, que no son cuescos de colibrí, es el de las embajaditas inauguradas por Carod Rovira en diferentes ciudades del mundo. Embajaditas de Cataluña sin ningún nivel de representación oficial.
Aún recuerdo el maravilloso episodio del «Lehendakari» Garaicoechea cuando jugó a ser el Jefe del Estado de Euzkadi. Recibió en «Ajuria Enea» con todos los honores al Omán de la Akimbabakwa, una región autónoma de Ghana, Osaguiefo Kuntinaku II. Los jóvenes creerán que estoy de broma y contándoles un cuento adherido al espíritu de hoy, día de los Santos Inocentes. Nada de eso. Lo primero que hizo Garaicoechea es ordenar a un propio de «Ajuria Enea» que proporcionara a Su Alteza el Omán un medicamento consolador. El Omán llegó con un manto de piel de leopardo y un dolor de cabeza insoportable, consecuencia de los abusos alcohólicos cometidos la noche anterior en el Casino de Biarritz, Francia. Estaba previsto que Su Alteza el Omán visitara a Garaicoechea con cuatro ministros, pero la Gendarmería francesa puso trabas al respecto y se cargó la previsión. Los cuatro ministros de Su Alteza el Omán se vieron obligados a pasar la noche en los calabozos de la Policía en Biarritz por haber sido sorprendidos haciendo trampas en la ruleta. Se quedaban con las fichas de los apostantes ganadores. Aquel triunfo diplomático de Garaicoechea mereció el testimonio de mi más rendida admiración, aunque no sirvió para nada.
Carod-Rovira inauguró la embajadita de Cataluña en Nueva York el mismo día y a la misma hora del juramento y toma de posesión de Barack Obama como Presidente de los Estados Unidos. Se vio obligado a beber, con su embajadorcito y demás acompañantes, todo el cava. Y a comer los canapés de butifarra. Demostró tener una capacidad de convocatoria bastante descriptible. Previamente había abierto embajaditas en Buenos Aires, Londres, Berlín, París y Bruselas. Los catalanes que se encuentran en apuros fuera de España acuden a la Embajada de España o al Consulado. En esas embajaditas lo único que hacen es repartir folletos con el «Freedom for Catalonia» que tanto emociona a Pujolet Ferrusola, el hijo de la Marta.
En total, entre los alquileres, los sueldos de los embajadorcitos oficiosos, de los ayudantes, coches, recepciones, actos y demás suerte de chorradas, la Generalidad de Cataluña derrocha una pasta gansa, y nunca mejor adaptado el calificativo.
Se calcula en 500.000 al año el desembolso por cada embajadita, de una de las cuales fue embajadorcito un hermano de Carod-Rovira, no por su parentesco, sino por su extraordinaria valía, alta representatividad e inalcanzable nivel intelectual. No se van a arreglar los problemas económicos de Cataluña y del resto de España con la clausura de esas fútiles y folclóricas delegaciones, pero por algo se empieza cuando hay que apretarse el cinturón. Mi grande e inolvidado amigo donostiarra Eugenio Egoscozábal Ubarrechena pasó por un brevísimo período de necesarios ajustes económicos. Tenía un loro en su precioso piso de Miraconcha. Pero era incapaz de amansar su ritmo de vida. Una mañana, tomando el aperitivo en el desaparecido bar «Resaca», un amigo le recomendó más cautela en el gasto. «Hay que empezar por el chocolate del loro». Entonces Eugenio subió a su casa, abrió la jaula del loro y éste se perdió sobrevolando la bahía. No le sirve a la Generalidad ahorrar el chocolate del loro. Es el loro lo que cuesta. Y el loro es el gasto de las embajaditas.
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