Castilla y León
«El papeleo está asfixiando al autónomo»
Juan Carlos se dedica a la apicultura trashumante desde hace casi dos décadas. Su miel, entre las mejor valoradas
Cuéllar (Segovia)- Su radio de acción habitual es cien kilómetros desde Cuéllar. Para recolección y venta. Aunque su condición de apicultor trashumante le obliga a pasar periodos cortos de tiempo en muchos lugares distintos. «Me dedico a la recolección y producción de mieles monoflorales. De esa manera logré hacerme un hueco en el mercado», asegura Juan Carlos Pérez Domingo, quien está a punto de cumplir dos décadas dedicándose profesionalmente a este oficio. «En plan aficionado llevaré unos treinta», asegura.
Este tipo de producto exige muchos movimientos de colmena. Juan Carlos cuenta con unas cuatrocientas. Y no es extraño verle cargar varias decenas en su todoterreno para acudir a la Comunidad Valenciana o Castilla-La Mancha en invierno. En verano recibe a compañeros con los que mantiene esta singular cooperación. Si bien, lo habitual es que recorra la provincia. «Me muevo a la sierra de Guadarrama, donde hay roble; a la de Ayllón, que tiene encinas, brezo y roble; o a las Hoces del Duratón, donde florece el espliego». Cuando acude a Levante, busca romero y azahar. De manera que, elabora su producto sin que las abejas mezclen pólenes en los néctares.
Pero no es una tarea sencilla. «Lo complicado es encontrar un lugar donde predomine un tipo de planta en un periodo concreto». A ello se suma que se han de llevar a cabo pequeñas recolecciones: «da mucho trabajo, pero permite especializarte y ofrecer una miel muy concreta, que puede degustarse siempre con igual sabor».
Tradición familiar
Juan Carlos reconoce que su empeño por emprender en el campo viene de familia. «También leí mucho, y recibí un empujoncito con las enseñanzas que me dio Segundo de Abades, un apicultor de Navares, que me contó cómo era la profesión tal cual, sin medias verdades», dice.
Propietario de las marcas «Mieles de La Infanta» y «Villa y Tierra», destaca que el suyo es un negocio pequeño. Dedica una semana al mes al envasado y otra a la distribución, que lleva a cabo en Cuéllar, Valladolid o Sepúlveda. También aquí, en un radio de cien kilómetros desde Cuéllar.
Este apicultor, sentencia que este tipo de ganadería es muy diferente a las otras. Permite mayor elasticidad.
Si bien, recuerda que, dependiendo de la época del año, el trabajo es muy diferente. Por ejemplo, hace unos días ha tenido jornadas de hasta 20 horas dado que ha cargado colmenas de madrugada para transportarlas.
A ello añade el papeleo. Por ejemplo, para esa operación, la de mover las abejas -también para el envasado-, ha de presentar documentación a varios organismos. De manera que, apunta, «el papeleo está ahogando al autónomo». Obrero autónomo, como gusta señalar, porque, afirma, «lo de empresario autónomo es menos apropiado, porque la mayoría dedicamos muchísimas horas y, si analizamos lo que ganamos, no percibimos más de uno o dos euros a la hora».
Además, Juan Carlos, al que, sí, las abejas pican a menudo porque ataca su hábitat -y pese a ello afirma que «son pacíficas»-, considera que algunos procedimientos de la administración están desfasados. Ve excesiva la documentación sanitaria, económica y fiscal que se exige. «Te machacan a papeles», reitera. Algo que, considera, «genera gastos al autónomo, pero también a la institución propiamente dicha».
De manera que, recalca que «no es de extrañar que haya déficit», algo que achaca no a la tarea del funcionario, sino a la Ley, que, a su entender, «a veces supone un problema, más que una solución».
De cerca
Su cuartel general -para ser más exactos, su tienda y el obrador- están en Cuéllar. Sus 400 colmenas, repartidas en diferentes puntos de Segovia, de la Comunidad Levantina o de Castilla-La Mancha, dependiendo de la época del año. Juan Carlos Pérez Domingo, propietario de la Mielería La Infanta y Villa y Tierra, llegó a la apicultura tarde. Antes, estudió Química agrícola, dió clases y trabajó para la consolidación del grupo cooperativo de la Unión de Segovia y para el asentamiento de la biomasa. «Fue un trabajo interesantísimo, pero acabé agotado», reconoce.
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