Rajoy ordena al PP que sea un modelo de conducta moral

SEVILLA- Como el pintor que se retrata en el lienzo, Rajoy se dibujó ayer en el discurso con el que por tercera vez optó a la presidencia del PP. Pero también dibujó el partido que quiere que administre el mayor poder de su historia: nunca tuvo tantos alcaldes ni tantos presidentes autonómicos, al mismo tiempo que ostenta el Gobierno de la nación por mayoría absoluta. Este poder casi omnipresente encierra el riesgo del coro de voces y de la tierra quemada de los reinos de taifas, que Rajoy intentó conjurar en su discurso ante el plenario.

El líder del PP marcó las líneas rojas para todos los cargos públicos y orgánicos; el primer mandamiento del catecismo para una etapa de gobierno muy difícil, por la crisis, es el de la ejemplaridad. Demandó al PP que sea un modelo de conducta política y moral. «Estamos administrando los intereses de la gente. No podemos admitir negligencias, ni tolerar despilfarros, ni inventar problemas donde no existan, ni que cunda la discordia. No estamos para eso», sentenció.

El presidente del Gobierno está convencido de que el triunfo de su partido reside, en gran parte, en que se ha convertido en referencia de todo aquel que no quiere socialismo, «de quien se estaba cansando de los vaivenes, de la imposición ideológica frente al sentido común y lo previsible», comentan en su entorno. Señas de las que él, por cierto, tanto hace gala. Y Rajoy espera que la etapa de gobierno le sirva para ensanchar aún más las bases de su formación, hollando de nuevo el mismo camino que ha transitado en la oposición. Uno de lo sitios en los que más aspira a crecer es en Andalucía, a la que ha dedicado todo el congreso que hoy clausurará con un mensaje político para el país. Para seguir creciendo Rajoy demandó unidad en el proyecto, cercanía a la calle, sumar voluntades, diálogo y estabilidad. Un ideario centrista que conecta a la perfección con las necesidades del PP andaluz para apuntalar la mayoría que Arenas necesita.

En su carta de presentación a los compromisarios, su bandera fue la independencia. «Hace años que me propuse conservar mi independencia y lo he conseguido. No debo nada a nadie, y ni tengo más compromisos que con vosotros y con los españoles», proclamó. Rajoy hizo una presentación de sí mismo en la que hasta se permitió el lujo de jugar con la caricatura de él que se ha instalado en el imaginario del partido. Comparar este discurso con el serio y duro mensaje que dejaba hace cuatro años es el mejor símbolo del éxito que ayer celebró. «Nunca habíamos llegado tan lejos ni tan alto ni tan hondo». Volviendo a su retrato, ironizó que «lo de ser previsible lo tomo como un elogio». «Y lo de pensar las cosas me choca que se mencione. ¡A qué extremos habremos llegado en España para que esto pueda llamar la atención!», añadió. Al partido, y a los españoles, también les prometió que no se le subirá el cargo a la cabeza. «Podré cometer otros errores, pero, después de todo lo que he pasado, no corro ningún peligro de envanecimiento», concluyó. El mensaje político llegará hoy, ya que ayer sólo tuvo que vestir la coartada para ese 97,44 por ciento de apoyo con el que salió elegida su candidatura. En el cónclave de Valencia, en el que sobrevivió a su segunda derrota en unas generales enterrando el «aznarismo», recibió el 84,4.

LA LUPA
Un «sí» y 3.172 compromisarios
Si por algo se ha definido el XVII Congreso del PP en Sevilla es por la cohesión y la unidad que sus miembros han demostrado durante estos días. Prueba de ello han sido las votaciones, como la del informe de gestión de Mª Dolores de Cospedal o su reelección, en la que todos los 3.172 compromisarios votaron que «sí». Igualmente ocurrió con las ponencias presentadas y que han salido adelante por unanimidad, a pesar de las más de 1.500 enmiendas que han presentado a las 5 ponencias. Esto demuestra la cohesión que existe a nivel interno.