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La marca de la esclavitud

Caen dos clanes de proxenetas que tatuaban a «sus» chicas, algunas menores, para identificarlas y saber su deuda. Los cabecillas, tío y sobrino, ambos de origen rumano, tenían a una joven secuestrada y torturada en Valdemoro 

La marca de la esclavitud
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MADRID- Explotaban a las mujeres, las torturaban y las marcaban como si fueran ganado. La Policía Nacional ha desarticulado en Madrid los dos clanes que controlaban la prostitución de la calle Montera. Los integrantes de estas organizaciones mafiosas torturaban hasta tal extremo a sus víctimas que llegaban incluso a marcar su piel con tatuajes que simulaban códigos de barras. En la operación, en la que han sido detenidas 22 personas, los agentes liberaron a una joven de 19 años que permanecía secuestrada y que había sido sometida a todo tipo de vejaciones y palizas por parte del cabecilla de una de las redes.

Desde hace cinco meses, la Policía investigaba a uno de estos clanes. Iancu T., un ciudadano rumano sin antecedentes en España pero con una condena de 5 años pendiente en su país por proxenetismo, controlaba la organización con mano de hierro. Tras captar a sus víctimas con falsas promesas de empleo, las obligaba a prostituirse en Colonia Marconi y en distintos clubes de la Comunidad. También en la calle Montera, en la que Iancu y sus secuaces pagaban un «alquiler» para evitar que otras prostitutas ejercieran allí. Entre las jóvenes que mantenían bajo su control, y a las que entre ellos denominaban «maletas» y «bultos», había menores. Varias mujeres formaban parte del núcleo duro de Iancu T. y controlaban con extrema crueldad a las otras chicas. Llegaban incluso a vigilarlas dentro de los pisos que alquilaban en el entorno de Montera. De esta forma, evitaban que huyeran y les retiraban de forma inmediata el dinero que recaudaban. Entre estas mujeres, doce de las cuales han sido detenidas, se encuentra la mano derecha de Iancu T., Georgeta, una rumana con una euroorden de búsqueda y captura por una condena de 20 años en su país pendiente de cumplir.

De tío a sobrino
Las ramificaciones de esta investigación condujeron a los agentes hasta otro clan dedicado a la trata de personas con fines de explotación sexual, liderado por Iulian T., también de origen rumano, con antecedentes en España por falsificación documental y sobrino de Iancu. Tras unas primeras pesquisas, la Policía averiguó que esta segunda red mantenía secuestrada a una joven de 19 años. Los agentes decidieron en ese momento poner en marcha un dispositivo especial para rescatarla. Su vida corría peligro.

La joven fue liberada en un piso que la organización poseía en Valdemoro. Presentaba lesiones, cortes, hematomas y marcas de latigazos por todo el cuerpo. Además, tenía tatuado en la muñeca un código de barras junto a la deuda –2.000 euros– que había contraído con ellos. La red de Iulian había decidido mantener secuestrada a la joven y torturarla después de que hubiera intentado escapar. En el piso de Valdemoro, la Policía encontró cerca de 8.000 euros en metálico, una maquina de tatuar, equipos informáticos y documentos falsificados. Ocho personas fueron detenidas en este domicilio. Las otras catorce detenciones, entre ellas, las de los dos cabecillas, se efectuaron en cuatro pisos que los clanes tenían en la capital y en Getafe. En total, fueron intervenidos 140.000 euros, tres armas de fuego ilegales, armas simuladas, joyas, cinco vehículos y gran cantidad de material electrónico. La Policía les imputa delitos de detención ilegal, lesiones, trata de seres humanos, blanqueo de capitales, tenencia ilícita de armas, falsificación, pertenencia a organización criminal.

 

El detalle
SEÑAL DE PROPIEDAD

La crueldad de los detenidos les llevó a tatuar en la muñeca de la joven secuestrada un código de barras y la cifra de la deuda que ellos consideraban que aún tenía con la organización. Éste fue sólo uno de los castigos con los que quisieron escarmentarla por intentar huir. Para ellos, el código de barras sobre la piel suponía una especie de señal de identidad o de certificado de «propiedad», cuyo objetivo era que la víctima recordara que no era libre. Según los investigadores de la Policía, la cantidad que los proxenetas exigían a las mujeres oscilaban entre unos pocos miles de euros hasta más de 40.000. Una vez saldada esa deuda, los integrantes de los clanes mafiosos seguían exigiéndolas dinero bajo amenazas contra ella y contra su familia.
 

Consejos de proxeneta:
«Átala al radiador y no le des de comer»

La joven de 19 años liberada por la Policía permanecía secuestrada en un piso de Valdemoro después de que intentara escapar. A partir de ese momento, las palizas y torturas fueron constantes. Le rasuraron las cejas y la cabeza. Tenía por todo el cuerpo lesiones provocadas por los golpes y latigazos recibidos. No había límites para los proxenetas detenidos. De hecho, Iancu T. llegó incluso a recomendar a su sobrino que atara a la joven a un radiador y no le diera de comer. En la imagen la cama de uno de los pisos.