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OPINIÓN: Nueve largo

La Razón
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No se hace uno rico escribiendo en un periódico pero obtiene compensaciones mayores que el dinero, como por ejemplo compartir páginas con José Luis Alvite. Ayer presentó el admirado columnista, en el hotel Inglaterra, sus «Historias del Savoy». Ni idea de por qué eligió Sevilla para el evento, pero bienvenidas sean todas las ocurrencias así. Los mejor que puede decirse de los artículos de Alvite es que huelen, y no necesariamente a lavanda. Cronista de sucesos por vocación y noctámbulo por devoción, nunca ha dejado de usar lo que en Sudamérica se llama «tinta roja»: una prosa que no por estar impregnada de sangre, humo y perdedores deja de ser deliciosa. Cuando estos tiempos funestos vomitan centenares de periodistas 2.0 sin más inspiración que la baratija intelectual que se compra de saldo en las redes sociales o el alimento adulterado de los gabinetes, él reivindica a la calle como la gran fuente. Tal vez la única de la que se puede beber todavía una noticia fresca, incontaminada, brutal como la condición humana. Es muy triste constatar que Alvite es un fin de raza cuyo precedente inmediato, en esta ciudad, es Pepe Guzmán. Todos los que venimos detrás, amariconados perdidos. En el sentido más despectivo del término.