España
Esclavitud
Existen los esclavos y en Sudán su tráfico es cotidiano. El país –cinco veces España y con apenas 42 millones de habitantes– está profundamente dividido entre el norte árabe, musulmán y el sur negro, cristiano y animista. Los mercaderes esclavistas saquean los pueblos sureños y atrapan jóvenes que se venden abiertamente en los mercados a partir de 500 euros. Hace años que los religiosos trinitarios y mercedarios pagan el rescate de los que pueden. El domingo pasado el padre Antonio Elverfeldt, que participa en la granja escuela San Juan de Mata, a unos 80 kilómetros de Jartum, me contó por teléfono lo difícil que resulta sanar a los jóvenes vendidos: «Tienen la mirada opaca –me explicaba–, están como muertos. Cuesta años hacerles sonreír». Los chicos suelen tener a sus espaldas años de trabajo durísimo en el campo, bajo los golpes; las chicas vienen del servicio doméstico, que incluye sevicias y violaciones. En los años 90 Alfredo Semprún, siempre en busca de reportajes interesantes, propuso adentrarse en Sudán para dar a conocer la esclavitud. Todos en la redacción nos reímos de él. Volvió con fotografías de los esclavos y no dábamos crédito. Veinte años después seguimos en Europa sin saber que la gente se compra y se vende. El domingo se celebra en el país un referéndum crucial. La región autónoma del Sur decidirá, con autorización del Gobierno, si se independiza o no del Norte, con el consiguiente respiro para las minorías perseguidas. De la atención de Occidente a la consulta depende el cumplimiento del resultado. Tal vez este artículo contribuya en algo.
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