Sevilla
Obras propias
Las recientes representaciones de «Bodas de Fígaro» en el Real brindan ocasión para la reflexión. Se trata de una producción firmada por Emilio Sagi, proveniente de la época de Antonio Moral que, con buen criterio, Mortier ha repuesto al final de esta temporada. Hace sólo dos años que se estrenó, en su reparto no hay ningún nombre que arrastra al público y se han agotado las localidades para sus nueve representaciones. Posiblemente otro tanto suceda en Sevilla con la reposición del trabajo de José Luis Castro.
Queda meridianamente claro que al público le interesan no sólo los divos sino también los títulos. Es algo a tener muy en cuenta en la época que vivimos, en la que los «mercados» aúpan la prima de riesgo de España, en la que cada día es más difícil colocar los bonos del Estado o de las comunidades autónomas a causa de nuestro déficit público y privado, aún no muy abultado pero sí creciente en los últimos años. Dado que teatros y salas de conciertos son deficitarios y las instituciones públicas han de ser quienes fundamentalmente los financien, debería ser requisito indispensable mantener una alta ocupación de las salas mientras dure la situación, satisfaciendo a la mayor cantidad de público y tratando de lograr máximos de taquilla para que la financiación pública sea la más reducida posible. De aquí que, al margen de inventivas acertadas, las programaciones de cualquier institución musical deberían atender ahora al gran repertorio, rescatar las producciones propias y acudir a las nacionales ajenas. Sería un pecado que cualquier teatro alquilase al extranjero un «Barbero de Sevilla» mientras dormita el precioso de la Maestranza. No creo que nadie piense que tendría lógica que los recortes en las pensiones o en los sueldos de los funcionarios fuesen a parar al pago de los caprichos de algún director artístico despreocupado de los problemas del país.
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