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Pogromos en España

La Razón
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Se puede discutir, sin duda, el asalto israelí al barco propalestino. También se puede discutir el bloqueo de la franja de Gaza –bloqueo que intervino después del golpe de fuerza de Hamas– siempre, eso sí, que se les reconozca a los israelíes el derecho a defenderse. Lo que ya no es materia de discusión es la ola de antisemitismo que ha barrido el mundo entero y más en particular España. En la prensa escrita sólo LA RAZÓN se ha esforzado por mantener la ecuanimidad. Lo demás ha sido una hoguera de odio que ha culminado con el pogrom de la Universidad Autónoma de Madrid contra dos israelíes. Quién nos iba a decir que en la España del siglo XXI se iban a reproducir los ataques antijudíos de los siglos XIV y XV… A este punto nos ha llevado el talante del socialista Rodríguez Zapatero. Dejando aparte la bestial intolerancia sembrada en las escuelas, los institutos y las universidades por un sistema de enseñanza convertido en una máquina de propaganda política, debe de haber otras causas para esta enfermedad. Una de ellas, de la que los españoles son inconscientes, es la buena conciencia que manifiestan ante la cuestión judía. Muchos españoles cultivan la fantasía de que tienen un antepasado judío (fantasía mucho más extendida que la del antepasado musulmán, bastante más verosímil). Además, al no haber participado en la Segunda Guerra Mundial y no haber tenido judíos en casa prácticamente desde su expulsión en 1492, los españoles nos decimos que lo ocurrido en el siglo XX con los judíos no va con nosotros. Por eso, seguramente, aquí se toleran cosas que en cualquier país europeo serían inconcebibles, e incluso estarían castigadas, como el pogromo de la Autónoma o algunos artículos aparecidos en periódicos que presumen de globales y modernos. Reina además una ignorancia crasa sobre los judíos, sobre el judaísmo y sobre Israel, ignorancia de la que no están exentas las supuestas élites ilustradas, que en España son particularmente cerriles, acostumbradas como están a vivir en circuito endogámico, sin ventilación ni diálogo. Así que tampoco debemos extrañarnos de lo que pasa. Más bien debemos prepararnos para cosas bastante peores.