Estados Unidos
De nuevo EE UU para el mundo por Michael Rubin
Millones de estadounidenses acuden a las urnas en los que se presume los comicios más reñidos de la historia de los Estados Unidos. Presidentes de los dos grandes partidos norteamericanos han suscrito las nociones del excepcionalismo estadounidense y han alentado la exportación de la democracia. Ningún programa político puede avalar más la importancia de la democracia que el hecho de que decenas de millones de estadounidenses acudan a las urnas a pedir cuentas a su Gobierno y resolver de forma pacífica polémicas que tienen un impacto capital sobre sus vidas. Los riesgos a los que se enfrenta EE UU son los más elevados desde la Segunda Guerra Mundial: inherente a la decisión no está simplemente la elección entre el inquilino de la Casa Blanca y el aspirante Mitt Romney, sino también decisiones relativas tanto al papel del Estado en la sociedad como al papel de Estados Unidos en el mundo. La «Ley de Protección y Atención Asequible del Paciente», comúnmente llamada Obamacare, representa el mayor programa social público desde que Franklin Delano Roosevelt aprobara en 1935 la ley de la seguridad social. Mientras que muchos europeos consideran la sanidad pública un derecho o bien la función de una buena Administración Pública, la intromisión del Estado tanto en la decisión individual como en el sector privado ofende las nociones de responsabilidad y libertad individuales que tienen muchos estadounidenses. En el aire está también el futuro del Ejército norteamericano. La Ley de Control Presupuestario de 2011 instará a rebajar el gasto federal en 1,2 billones. Si un «Supercomité» no se pone de acuerdo a la hora de realizar tales recortes, la ley activa un mecanismo de recorte automático en los presupuestos del Pentágono por encima de los 500.000 millones de dólares. Esta «congelación» alteraría de forma fundamental la capacidad de proyección de la influencia norteamericana. Este año, la Unión Europea se hizo con el Nobel de la Paz, pero si los jueces llevaran la lógica a la conclusión natural, el verdadero ganador debería de haber sido el Ejército de los Estados Unidos. Los europeos pueden considerar a las Naciones Unidas y a las demás organizaciones internacionales el sustrato del Derecho internacional, pero desde la II Guerra Mundial ha sido la capacidad de proyección norteamericana –y la disposición del contribuyente estadounidense a financiar un Ejército robusto– lo que ha permitido que instituciones como la ONU o la UE levantaran elaboradas estructuras políticas y diplomáticas bajo el paraguas de mantener la paz. Si Estados Unidos ponen fin a su capacidad de llevar a cabo dos intervenciones militares simultáneas por primera vez desde la II Guerra Mundial, los supuestos sobre los que funcionan diplomáticos y estatistas van a cambiar de forma drástica.
Michael Rubin
Investigador del American Enterprise Institute (AEI) y ex asesor del Pentágono
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