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La Razón
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Hay un viejo proverbio que dice «si siempre haces lo que siempre hiciste, siempre obtendrás lo que siempre obtuviste». Sin embargo, y antes de conocer las consecuencias de la ansiada, a todos los niveles, reforma laboral, mañana se manifestarán cientos de personas contra ella en todo el territorio nacional. Amenazan, además, con que éste sólo será el principio. Aseguran que es la primera cita de un proceso que promete ser «creciente y sostenido». Lo que está claro es que para poder progresar son necesarios los cambios. Para crecer se precisa una mejora continua, y el inmovilismo, como hemos comprobado, nos ha hecho retroceder. Y aunque el sentimiento de la mayoría, por ser lo más repetido con un claro objetivo intencionado, por supuesto, sea que se trata de un empujón a los empresarios, ¿no será que sin ese empujón no saldría adelante nadie? La consigna «¡Por el empleo y la justicia social!» anima a unirse a la protesta. Sin embargo, que provenga de quienes han visto casi indolentes y pasivos cómo millones de personas pasaban a engrosar las listas de parados en España, hace que carezca de fuerza y sentido. Los sindicatos mayoritarios gozan de privilegios y no viven de las cuotas de sus afiliados precisamente, sino del dinero de todos, incluso del de los ERE. Luego, si hasta les es rentable el aumento del desempleo, ¿tienen valor sus proclamas?