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Preciado qué canallada

Preciado qué canallada
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El aleccionador

Hay apellidos que no son casualidad y el del técnico que obró el milagro de sacar al Sporting del pozo cae como el parmesano sobre los macarrones.

Recurro al DRAE, fuente primigenia de conocimiento para cuantos manejamos el español. Preciado: «Precioso, excelente y de mucha estimación». Hay apellidos que no son casualidad y el del entrenador que obró el milagro de sacar al Sporting del pozo cae como el parmesano sobre los macarrones. La destitución de Preciado después de cinco años de éxitos (consolidación, ascenso y tres permanencias) es la prueba de que en el fútbol español jamás se impondrá la figura anglosajona del mánager, tan saludable y que tanta estabilidad ofrece a los clubes. Seguiremos anclados en la figura del técnico contingente, el parapeto desechable para presidentes en dificultades, la persona sin pasado que lo pone todo en juego cada noventa minutos.
Los últimos minutos de gloria nacional que vivió Preciado fueron cuando llamó «canalla», con todas sus letras, a Mourinho. El portugués lo puso cual chupa de dómine por alinear a varios suplentes en el Camp Nou, donde encajó cuatro goles menos que el Real Madrid, con todas sus estrellas, unas semanas más tarde. La respuesta del cántabro fue un exabrupto, sí, lo único que merece quien vierte una catarata de ofensas desde una posición de fuerza. En abril, cuando el Real Madrid aún conservaba esperanzas de ser campeón, el Sporting se plantó en el Bernabéu y con su victoria zanjó la Liga. «Ya perderá Mourinho. Cada vez que escupes hacia arriba, te cae encima», había dicho en lo más crudo de la polémica. Después de ganar, sólo tuvo palabras de cortesía hacia el rival. Seguro que, en silencio, «Mou» le agradece la lección.

Lucas Haurie

Demasiado corazón

En el último año y medio jamás se ha quejado y ese carácter generoso le ha impedido exigir lo que el Sporting se merece.

Como dijo Guti, ese filósofo moderno al que generaciones futuras tendrán que venir a entender: «No me veo con sesenta años en una discoteca hasta las seis de la mañana. Me veo ahora». Vds. porque no tienen corazón y están poniendo a caldo a Trejo, Damián y Gálvez por salir un ratito después de caerles un saco frente a la Real, pero no me negarán que alguna vez se habrán ido a tomar un chisme tras un disgustazo. Que las Sociedades Anónimas Deportivas son un absoluto desastre (en general y con excepciones contadas) es una constatación universal, aunque hay algunas que son especialistas en meter la pata y aliarse con piratas. En el caso del Sporting, la necesidad financiera ha abocado al club a entenderse con Doyen Group, y con eso ya está dicho todo. Están explicados algunos movimientos, por no decir que se ha abierto la cortinilla de los intereses sin máscara. Aún así, y con lo maravillosamente casta que me parece Preciado, creo que en este último año y medio se ha pasado de entusiasta. Jamás ha salido una queja sobre su plantilla, jamás ha desaparecido al final de los partidos, ha dado la cara siempre por los muchachos, por el club, por el equipo.
Ese carácter tan generoso le ha impedido exigir lo que el Sporting se merece, tragar con medianías que en cualquier otro grupo hubieran hecho el más absoluto de los ridículos. Nunca ha protestado por algo que no sea su propio trabajo, excepto cuando le tiró una colleja a «Mou», con lo majo que es «Mou». A Manolo le ha perdido ser de ese equipo al que entrenaba. Vivan los mercenarios.

María José Navarro