Historia

Carabanchel

El golpe de Cuatro Vientos

Ramón Franco quiso bombardear el Palacio Real en un Breguet 19
Ramón Franco quiso bombardear el Palacio Real en un Breguet 19larazon

La iniciativa de Galán, de sublevarse en Jaca el 12 de diciembre de 1930 fue el motivo del fracaso del movimiento revolucionario preparado para el 15 de diciembre, en Madrid. Este movimiento subversivo de carácter republicano se venía fraguando desde el mismo mes de agosto en que se reuniera el «Pacto de San Sebastián», aunque diversos aspectos provocaron el que se fuera retrasando una y otra vez. Después de varias dilaciones, Queipo de Llano, jefe del comité militar, tomó la decisión de sublevarse el 26 de noviembre, aunque la fuga de la cárcel la noche anterior de Ramón Franco, uno de los más conspicuos conspiradores republicanos, lo retrasó una vez mas. Tras la adquisición de un lote de pistolas y municiones a precio de saldo, se llegó al acuerdo de que el movimiento comenzase la madrugada del día 15 de diciembre, lunes.

Se organiza el movimiento
Diferentes comisionados militares comprometidos y delegados sindicales de la UGT, salieron con destino a todas las guarniciones y provincias para notificar a militares y obreros la fecha pactada. Los sindicalistas habían de declarar para esa jornada la huelga general revolucionaria, con lo que facilitarían a los militares insurrectos su labor. Pero el 14 por la tarde, por diversos problemas de última hora, se tenían noticias que ni el partido socialista ni su sindicato irían a la huelga en Madrid y se pensó que lo más prudente era suspender el movimiento.

En una reunión de los miembros de comité para analizar la situación, se oyeron opiniones discordantes; la de Queipo, absolutamente contraria a la acción en aquellas circunstancias y la de otros como González Gil, quien hablando en nombre de Franco, decía estar convencido de que al día siguiente se declararía la huelga general en toda España. La postura radical de Franco de sublevarse en cualquier caso prevaleció, pese a que se le enviaron varios emisarios para que reconsiderase su postura. La suerte estaba echada. Uno de los problemas surgidos a la sombra de la decisión precipitada de Franco fue que los artilleros comprometidos con el movimiento insurreccional, piezas claves para movilizar los cuarteles de Carabanchel, se sintieron desligados de sus compromisos al conocer la falta de cooperación de los socialistas y de su sindicato. Los aviadores propusieron entonces que se podría ir al aeródromo de Cuatro Vientos y desde allí, con los paisanos que se unirían a la sublevación y los soldados del aeródromo se podría intentar sorprender a la guardia de los acuartelamientos citados.

Como se había concertado con anterioridad, a las 04:00 h de la madrugada del día 15 de diciembre salían en taxi para Cuatro Vientos Queipo, Muñoz, Hidalgo de Cisneros y Martínez Aragón. El vehículo salió por el paseo de Santa Engracia embocando Cuatro Caminos y aunque era muy temprano, sus ocupantes no vieron signo alguno de anormalidad en la vida de la capital.

La asonada
A las 06:00 h de la mañana entraban en el aeródromo los cabecillas de la sublevación, procediendo a despertar a los oficiales y a la tropa e intentando ganarlos para la causa. De inmediato, Queipo ordenó preparar los aviones para que éstos pudieran efectuar el vuelo, que sería fundamental a la hora de movilizar a otras tropas comprometidas de la guarnición de Madrid. Pero fueron necesarias dos horas para que los aeroplanos estuvieran en condiciones de despegar. Las proclamas que se iban a lanzar sobre Madrid no se habían recibido por lo que, sobre la marcha, se redactaron e imprimieron en la imprenta de Cuatro Vientos... con faltas de ortografía incluidas.Unos minutos antes de las ocho de la mañana, dos aviones Breguet 19 levantaban el vuelo para arrojar sobre Madrid las octavillas que anunciaban la proclamación de la República. Queipo en sus memorias de aquellos días escribió: «...Véase el caso de unos oficiales que se lanzan a la revolución sin armas ni municiones, ni otros elementos que los aparatos para volar, para lo que tampoco estaban preparados. A nuestro lado, Galán había sido el colmo de la prudencia y de la previsión ¿Cómo podía haber supuesto yo una situación semejante?...»

Eran tan sólo las 9:00h de la mañana y el teniente Collar había conseguido hacerse con unas cuantas bombas de avión en el polvorín de Retamares, no sin antes haber amenazado al oficial de guardia. Una hora más tarde elevaba el vuelo el avión de Ramón Franco dispuesto a bombardear el Palacio Real de Madrid. En sus alas, como emblema revolucionario, los sublevados pintaron escarapelas rojas. El propio Ramón Franco recogerá en sus memorias de aquellos momentos lo siguiente: «...Llegan las bombas, y en contra de la opinión de algunos, que ya lo dan todo por perdido, salgo decidido a bombardear el Palacio. Me acompaña Rada que se encarga de hacer el bombardeo. Llegamos sobre Palacio. Hay dos coches en la puerta. En la Plaza de Oriente y explanadas juegan numerosos niños. Las calles tienen ya su animación habitual. Paso sobre la vertical del Palacio dispuesto a bombardear, y veo la imposibilidad de hacerlo sin producir víctimas inocentes. Paso y repaso de nuevo, y la gente sigue tranquila, sin abandonar el peligroso lugar. Doy una vuelta por Madrid, regreso al Palacio y no me decido a hacer el bombardeo. (...) ¿Qué pasaría si una de las bombas por nosotros lanzada matara, por ejemplo, a una pobre mujer y media docena de criaturas? La reacción más espantosa se levantaría contra la República y todo el terreno ganado para ésta se perdería en un solo día...»

Fue en ese momento cuando Franco dio todo por perdido: había observado a las fuerzas gubernamentales controlando la situación en los cuarteles de Carabanchel, los carros de combate trataban de envolver el aeródromo y la artillería se establecía para batir con su fuego Cuatro Vientos. Tras aterrizar y comunicar a sus compañeros la situación, todos comprendieron la imposibilidad de sostener la rebelión y decidieron, para evitar el sacrificio inútil de la tropa que les seguía, marchar en vuelo a Portugal. Tras avisar a los oficiales que estaban con las tropas que todo era inútil. Los jefes más significados de la rebelión tomaron tres aparatos que había en los talleres, recién reparados y con los depósitos llenos de combustible y tomaron rumbo a Lisboa.

Un fracaso exitoso
«¿Hubo realmente fracaso en la sublevación de Cuatro Vientos?», se preguntaba Queipo de Llano en sus memorias.

Desde el punto de vista militar, sin duda lo hubo. Fue una chapuza similar, aunque sin víctimas, a la organizada por el capitán Galán en Jaca.

Pero la revuelta de Cuatro Vientos proporcionó un soplo de aire fresco a la causa republicana, llegando a muchos rincones de España los radiogramas emitidos desde el aeródromo madrileño proclamando a los «cuatro vientos» la República que los conjurados ansiaban. Si Jaca dio «mártires» y excitó odios contra la monarquía, «...el movimiento reivindicativo de Cuatro Vientos había inferido la herida de muerte a la Monarquía...»