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Historia y convicción por Agustín de Grado
«¿Qué aporta su Gobierno a los mercados que no aportara el de Zapatero?», preguntó el presidente de la agencia EFE a Rajoy. «Aportamos nuestra historia, nuestra convicción», respondió el presidente. En la historia de los Gobiernos del PP está siempre la herencia socialista. Llegó Aznar en el 1996 con el paro en el 23 por ciento, como ahora Rajoy; con el déficit público en el 7 por ciento del PIB, casi como ahora también; la deuda pública aproximándose al 70 por ciento del PIB, situación similar a la de hoy; y España no cumplía ninguno de los cuatro requisitos para entrar en el euro como socio fundador de un club del que ahora Zapatero nos ha colocado en la puerta de salida. Ocho años después, en 2004, Europa hablaba del milagro económico español. Hasta aquí una historia de éxito. De sobra conocida.
Pasemos a las convicciones. El milagro no fue tal. Nada ocurrió por casualidad. Fue el resultado de políticas acertadas aplicadas con determinación, entre las que existía la convicción de que subir los impuestos no contribuye a dinamizar la economía, el crecimiento y la prosperidad.
De hecho, la factura fiscal de los hogares españoles se redujo un tercio entre 1996 y 2004. Porque, como se lee en el libro que compila las decisiones de aquellos años, «España, claves de prosperidad», firmado por el hoy ministro Luis de Guindos y prologado por el ex presidente Aznar, «cualquier libro de teoría económica alertaría sobre los riesgos, en cuanto a las posibilidades y la velocidad de la recuperación, de un incremento de impuestos». Y cita el caso del aumento fiscal de Japón a finales de los 90 como «claro ejemplo práctico de un error que se debe evitar». Entonces. Y ahora.
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