Italia
Ganar una sana rutina por Lucas Haurie
No hay equipos invencibles, pero la Selección española lo parece
En casa, la Eurocopa se ganó en semifinales. El jueves, los «azzurri» de la «mamma» eliminaron a sus odiados «crucch», que es como llaman en Italia a los alemanes. La tanda de penaltis del miércoles castigó la petulancia de Cristiano Ronaldo, que se reservó para el último lanzamiento contra toda lógica y sólo por salir en la foto del triunfo. Dios le hizo pagar su infinita vanidad. Los dos perdedores acumulaban en sus elencos, para colmo de placeres, hasta cinco pupilos de José Mourinho (¡puaj!). A mi padre, francés y sevillista, el fútbol le interesa relativamente desde que Luis Fabiano y Kanouté dejaron de coleccionar campeonatos; para él, las selecciones debieron extinguirse en el instante preciso en que Zidane embistió a Materazzi. No reconoce otro campeón europeo que Christophe Lemaitre, el hombre blanco más rápido del mundo, portentoso velocista que durante el fin de semana estuvo acumulando medallas en el Olímpico de Helsinki. «Ahí vi correr a Zatopek en los Juegos del 52», rememora cada vez que oye el nombre de la capital finesa.
Con tantas selecciones por las que torcer, hemos festejado tres de los cuatro últimos Mundiales y tres de los cuatro últimas Eurocopas. ¡Y Hollande le puso en la eurocumbre los cuernos a la Merkel para sostener el eje Rajoy-Monti! Mientras sonaban los himnos, todo era familiar armonía. No había más tensión en la salita que en los prolegómenos de un Logroñés-Sestao y la rápida desactivación de las intenciones de victoria italianas dejaron un ambiente como de sobremesa navideña. Son los efectos colaterales del «tiqui-taca», ese asesino silencioso de adversarios de toda laya que ha convertido a España en la protagonista de la epopeya futbolística más exitosa de la historia, alcanzada mediante un estilo innovador impuesto a contracorriente cuando la moda exigía superatletas. La interpretación del deporte en clave socioeconómica es abominable, porque no hay derecho a empañar con pequeñeces de políticos el ratito tan bueno que se pasa viendo jugar a estos chavales. El triplete queda para la eternidad. No existen los equipos invencibles, pero esta Selección lo parece. Y ahora, ¿a quién quitamos demonios para poner a Puyol y a Villa? Ahí te quiero ver, marqués.
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