Berlín
Contra el vértigo por Pilar Ferrer
El pasado jueves, en un restaurante próximo al Congreso, un ministro del Gobierno y dos diputados del PP se tomaban un respiro tras el durísimo debate del ajuste. Recordaban la figura del primer ministro británico Neville Chamberlain, famoso por su política de apaciguamiento hacia la Alemania nazi, de conocido fracaso ante la contienda bélica. No son similares los tiempos, pero empieza a cundir la tesis de que España ya no aguanta más. Resulta a todas luces injusto que, con las reformas más aceradas de la democracia, los centinelas de Berlín y Bruselas no despejen del todo el camino. Hete ahí la definición de José Manuel García Margallo sobre el «clandestino» BCE.
El ministro de Exteriores conoce muy bien los pasillos de la eurozona, donde ha pasado un buen puñado de años. En efecto, no se entiende que ante la Unión Europea y monetaria, los mismos que tanto claman por ella ahoguen sin piedad a los países miembros que la necesitan. Se dirá que es la dictadura implacable de los mercados, pero bajo ellos se esconden fuerzas especuladoras que actúan al socaire de la política. Y no es de recibo el acoso feroz de la Europa del Norte hacia sus vecinos del Sur. Ahí radica la desconfianza de los inversores, a pesar de que el Gobierno español esté haciendo sus deberes con dolor y disciplina.
Capítulo aparte merece el actual Estado autonómico, ya insostenible. Mucho hablar de derechos históricos, pero a la hora de la verdad, ante las arcas vacías, se vuelve hacia «papa Estado». Recordaba con sorna uno de los comensales citados que, ya en el siglo V antes de Cristo, existió Tartessos, primera civilización de Occidente, y nadie la reivindica. En un momento de vértigo, cuando todo da vueltas, se precisan altura de miras y colaboración institucional. No hay más receta.
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