Buenos Aires
La corrupción asedia a Rousseff
La dimisión del cuarto ministro amenaza la estabilidad del Gobierno brasileño
Por primera vez desde que la presidenta de Brasil comenzara su mandato la Prensa cuestiona la estabilidad del Gobierno de Dilma Rousseff. Pero a la Dama de Hierro no le tiembla el pulso a la hora de decapitar ministros corruptos. Ya van cuatro, y la limpieza podría seguir hasta eliminar todas las manzanas podridas del Ejecutivo.
A Rousseff se le viene encima una avalancha de problemas que amenaza con poner a su gabinete en crisis. Si el miércoles pasado el aliado Partido de la República abandonaba la coalición gubernamental tras ser salpicado por escándalos de corrupción, ayer fue el ya ex ministro de Agricultura Wagner Rossi el que presentó su dimisión en medio de sospechas de prácticas ilícitas.
En su despedida, Rossi aseguró que una mano en la sombra habría orquestado una campaña en su contra para obligarle a salir del poder y defendió su inocencia. La caída del ministro aumenta la tensión entre Dilma y el Partido do Movimento Democrático Brasileiro (PMDB), su socio de Gobierno más importante.
La presión sobre Rossi se había intensificado en los últimos días, a pesar de que, siguiendo el patrón habitual, el ex ministro recibió el miércoles el respaldo de la presidenta, quien declaró ante los medios que «todos los ministros» cuentan con su apoyo. Sin embargo, 24 horas después el fin de la carrera política de Rossi ya era un hecho.
La lucha contra la corrupción ha llevado a que en los primeros siete meses de Gobierno Alfredo Nascimento, de la cartera de Transportes, y Antonio Palocci, ex jefe de Gabinete, hayan tenido que abandonar sus cargos. Además, Nelsom Jobim tuvo que dejar el Ministerio de Defensa después de que la Prensa desvelara que había realizado polémicas declaraciones sobre otros miembros del Gobierno. Tres salidas muy sonadas, puesto que se trataba de políticos de peso heredados por Dilma de su sucesor y mentor, Lula da Silva.
La teoría que más circula entre periodistas y opositores es que es la propia presidenta la que está llevando a cabo una purga de ministros cercanos a Lula para ganar independencia y alejarse de la sombra de su sucesor. Esa misma hipótesis señala que Rousseff ha puesto en marcha esta política de «tolerancia cero» contra la corrupción para asentar también su poder.
A corto plazo, la estrategia le estaría dando resultado, ya que Rousseff está recibiendo apoyos desde todos los sectores. Su popularidad apenas ha caído 5 puntos desde el inicio de la legislatura. Y todo esto en medio de un acalorado debate sobre si Rousseff debe volver a presentarse en las próximas elecciones.
Por ahora, la mandataria esta moldeando su gabinete a su imagen y semejanza separándose de los pesos pesados del Partido de los Trabajadores. Mientras la economía vaya bien los brasileños la protegerán. Pero si las cosas empiezan a fallar, los «rottweilers» del PT empezarán a oler sangre y podrían lanzarse a la yugular de la presidenta.
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