Miami
Nosotros los ricos
Le he preguntado a mi madre cómo era yo al nacer y no ha tenido dudas: fea y verde. El color aceituna manzanilla me lo proporcionaron los fórceps y mi resistencia numantina a venir al mundo, y lo de la escasez de belleza es un rasgo inequívoco de la familia y contra la genética no se puede luchar. Tengo en un cajón una foto mía, en brazos de mi tía Milita, donde aparece una bombona de butano. He llegado a pensar que quizá barajaron la posibilidad de gasearme, visto el esperpento de bebé que les tocó en suerte. En fin, mi pregunta no iba por ahí, pero el cariño de una madre ya saben Vds. que se manifiesta en ocasiones de manera encriptada. Quería yo saber si con dos meses echaba de menos mi cuartito blanco y mi yate, y he oído a mi madre decir «debimos hacerlo, Milita» y me ha colgado el teléfono. Mi curiosidad venía a cuento porque la señora Elisabetta Gregoraci, a la sazón esposa del insigne Flavio Briatore, pasa por un trance. Asiste a la angustia de su hijo, Nathan Falco, que con dos meses ya añora un barco de lujo. Un fenómeno ese chiquillo. La policía italiana, cruel donde las haya, obligó a la señora Gregoraci a abandonar la embarcación, que fue posteriormente confiscada, debido a que su esposo había olvidado pagar cuatro millones de euros en concepto de IVA y otro medio millón en el impuesto de gasolina. No es dinero, la verdad, como para montar este espectáculo y perturbar la paz de una familia ejemplar. El matrimonio ha denunciado los trastornos psíquicos y físicos que está sufriendo debido al desalojo y que pasan por la pérdida de la leche materna y la intranquilidad en la que vive ese nene. Lo peor de todo esto, sin embargo, se produjo cuando la señora Gregoraci le preguntó a uno de los agentes el por -qué de la confiscación. «Yo se lo puedo explicar, pero Vd. no lo va a entender», dijo el carabinieri. Maltrato policial creo que se llama. A Vds., claro está, esto les da lo mismo y no comprenden nada porque Vds. van alegremente en metro y nunca han subido a un yate en su vida y a lo mejor ni llevan implantes ni injertos, pero los ricos también sufren, amiguitos. Y tienen conciencia social. Afortunadamente queda gente comprometida como Julio Iglesias, que reclama desde Miami un cambio de gobierno. Ese es un español de primera y no Vds., que no hacen más que quejarse por estar en un ERE. Me voy, que tengo «curling» y luego bótox.
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