«La pequeña venecia»: No estás sola

Un día hay vida. Y, de pronto, Shun Li, una mujer china que se deja las manos en una fábrica textil en las afueras de Roma, debe marcharse a una pequeña localidad cerca de Venecia para trabajar como camarera de un bar. Allí conoce a Bepi, «El poeta», un anciano pescador eslavo cliente del local desde hace ya varios años. Viudo, se resiste a mudarse a otra ciudad con su hijo aunque éste insiste en que tanta soledad no resulta buena para nadie. Pero Bepi prefiere hablar con Shun Li del suyo, un niño de ocho años que todavía no ha podido llevar con ella a Italia, escribirle un poema, o, simplemente, mirarla. Narrada casi en voz baja e íntima, esta pequeña película realizada por Andrea Segre cree que es posible el entendimiento incluso entre dos culturas tan en apariencia contrapuestas como las de ambos protagonistas. La falta de ambición por parte del cineasta y guionista, sin embargo, redunda en que la historia no toque con más profundidad asuntos como las duras condiciones de los inmigrantes de aquel país asiático en el continente europeo. Y por culpa de sus propios compatriotas. Incluso resulta escasa la información misma sobre estos dos personajes condenados a entenderse y, quizá en otro mundo, a amarse, de manera que a esa emoción que los une le cuesta traspasar del todo la pantalla para salpicarnos. Igual que ese mar que también los une.