Ciudad Juárez
Los latinos también se suman a la pinza contra Obama
Tres hispanos, favoritos con políticas antiinmigración
NUEVA YORK- Susana Martínez, candidata republicana a gobernadora de Nuevo México se comporta como si los inmigrantes indocumentados viniesen del planeta Marte, a pesar de haber nacido en El Paso (Texas), en la frontera con Ciudad Juárez, una de las mayores vías de contrabando de personas, drogas y armas. Y de momento, le funciona en las encuestas.
Va por delante de su oponente demócrata, Diane Denish, y podría convertirse en la primera mujer latina gobernadora en Estados Unidos. Pero esto no significa que se lo vaya a poner fácil a los alrededor de once millones de inmigrantes irregulares del país, de los que más del 70 % son hispanos.
Esta fiscal del distrito Tercero de Nuevo México, que se marchó en los años 80 de Texas, ha prometido perseguir a los trabajadores sin permiso laboral, defiende la controvertida ley antiinmigrante de Arizona y, de ganar, intentará cambiar las costumbres de las «ciudades santuario», que son lugares con prácticas –legales o de facto– para proteger a los indocumentados. Martínez es sólo uno de los tres grandes activos latinos del Partido Republicano favoritos en las encuestas, en parte gracias a sus campañas políticas basadas en promesas antimigratorias.
En Florida, el candidato cubanoamericano Marco Rubio, aspirante a senador, va por delante del demócrata Kendrick Meek y del independiente Charlie Crist.
Mientras, en Nevada el republicano Brian Sandoval, con aspiraciones de convertirse en gobernador, también encabeza la carrera contra el demócrata Rory Reid, hijo del senador y líder de la mayoría Harry Reid. El mensaje es claro: ni siquiera la «aristocracia» demócrata se libra de la debacle.
El presidente Barack Obama espera a que pase esa noche electoral del 2 de noviembre abocada al fracaso. Falta el entusiasmo entre sus votantes de 2008, ha cedido en el favor del voto de las mujeres, los jóvenes y los afroamericanos – que le catapultaron a la Casa Blanca–. Y ni siquiera la ayuda del carismático Bill Clinton, que hace dos años era uno de sus mayores enemigos, parece evitar lo que ya parece oficial: El Partido Demócrata va a perder la mayoría en la Cámara de Representantes y varios asientos en el Senado. Si de algo no cabe duda, es de que la noche del 2 de noviembre será una velada muy larga.
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