París
Francia fuerza el fin de Gbagbo en Costa de Marfil
París aprovecha el hueco dejado por EE UU y recupera su influencia en África con misiones como la de Libia
París- «El desenlace en Costa de Marfil es cuestión de horas» La afirmación ayer del ministro francés de Defensa, Gérard Longuet, demuestra que París asumió sin ambages la ardua tarea de lograr la rendición del presidente saliente, Laurent Gbagbo, para arrancarle del poder al que se ha aferrado ilegítimamente desde noviembre, cuando se negó a aceptar la victoria de su opositor Alassane Ouattara, reconocida por la ONU.
El avance de las fuerzas del presidente electo y la presión militar de los 12.000 «cascos azules» de la Onuci, además de la ofensiva de la misión gala de la «Licorne» pusieron a Gbagbo contra las cuerdas. Ayer, atrincherado con un puñado de fieles en un búnker cercano a la residencia presidencial en Abiyán, se rindió tras aceptar negociar las condiciones de su abandono y pidió protección a la ONU. «Estamos a punto de convencerle», afirmaba ufano poco antes el ministro de Exteriores francés, Alain Juppé.
El fin del pertinaz Gbagbo, que anoche aún se resistía a reoncoer a Ouattara, era ineluctable y París puede apuntarse el tanto. La voz de la diplomacia gala, inaudible hace unos meses en las revoluciones de Túnez y Egipto, vuelve a sonar potente. O es al menos el reto que se ha fijado Nicolas Sarkozy para recuperar en la escena internacional un esplendor empañado desde hace meses en casa, donde arrastra una histórica impopularidad y los sondeos le dan por perdedor en las elecciones presidenciales de 2012.
Este giro de la política exterior gala contrasta con el principio de «no injerencia» en los asuntos internos de otros países, que el presidente francés abanderaba hace poco rompiendo así con lo que había sido costumbre durante décadas en el continente africano entre París y sus ex colonias. Sarkozy sentenció en 2008 el fin de los excesos y las opacas relaciones de la «Françafrique». Anunció la renegociación de los acuerdos de defensa con sus antiguos territorios –para una mayor transparencia– y se comprometió a reducir la presencia militar gala con el cierre de varias bases.
Sin embargo, hoy es la primera potencia en encabezar los ataques en Libia. La primera en reconocer a la oposición libia como interlocutor legítimo en detrimento de Gadafi. La única en ocupar el hueco dejado por la diplomacia de EE UU en los conflictos libio y marfileño con una implicación operativa militar que podría ocasionarle represalias.
Pero, pese a las promesas de Sarkozy, la presencia de las Fuerzas Armadas francesas sigue siendo consecuente en un territorio donde París mantiene numerosos intereses económicos. La base permanente más populosa es la oriental de Yibuti con 2.900 hombres y una veintena de aviones de combate y helicópteros. La de Senegal, que será desmantelada según un acuerdo de 2010, cuenta con un dispositivo militar de 1.150 efectivos mientras que Francia dispone de 900 hombres en Gabón.
En Costa de Márfil, el contingente de la misión «Licorne» se ha reforzado con un total de 1.650 hombres y medios materiales para actuar junto a la Onucid en la protección de la población civil y los residentes franceses. París también participa en Chad (900 hombres en la «Operación Epervier») y en República Centroafricana, donde hay desplegados 230 hombres. En total, los efectivos militares franceses en África han pasado de 30.000 en los años sesenta a menos de 10.000 actualmente, con un coste de 800 millones de euros anuales.
Una fosa común con 200 muertos
El equipo de Naciones Unidas encargado de investigar la muerte de civiles en Duekoue ha encontrado una fosa común con cerca de 200 cadáveres en esta ciudad estratégica del oeste de Costa de Marfil que fue asaltada la semana pasada por las fuerzas de Ouattara. Según la enviada de la ONU, Valerie Amos, sin embargo, no es posible determinar la responsabilidad de los homicidios. La gente con la que ha hablado Amos ha atribuido la matanza tanto a las milicias de Ouattara como a las tropas de Gbagbo.
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