Constitución

Revuelta de grillos por Ángel Rivero

La Razón
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Decía un pensador y político británico que el estruendo que levantan los grillos cuando llega la estación del calor no nos ha de impedir ver que suceden otras cosas en el campo. Los machos, al frotar los élitros producen un ruido agudo y monótono que puede importunarnos hasta ocupar todos nuestros pensamientos y nublar nuestra atención. Sin embargo, Edmund Burke señalaba que si nos sobreponemos al barullo, veremos lo verdaderamente importante: que bajo el gran roble inglés pacen apacibles las reses desparramadas por la gran pradera. Burke utilizó esta imagen para restar importancia al coro de voces chillonas que apoyaron la revolución francesa en Gran Bretaña: la voz de los exaltados que declaraban que no había libertad en Inglaterra porque la verdadera libertad estaba escrita en los libros de soñadores idealistas y que se estaba realizando, con violencia y sangre necesarias, al otro lado del Canal de la Mancha. Estos grillos estaban evidentemente equivocados, como ha mostrado la historia, y Gran Bretaña conservó su libertad hasta nuestros días sin derramar sangre alguna en guerras intestinas. Francia, por el contrario, tuvo una historia bien distinta. Ahora bien, el que los grillos estuvieran equivocados no significa que Burke no les otorgara papel alguno en la vida de la pradera. Por el contrario, los grillos tienen su función en la ecología de la sociedad. Gracias a ellos Burke escribió su gran obra sobre la revolución francesa. Fueron ellos los que dieron la ocasión para que la experiencia constitucional inglesa que integraba la libertad y el sostenimiento de la sociedad se explicara frente al desafío de la ideología de la revolución que prometía una libertad más real que la que atesoraban los derechos y libertades de los británicos. Pues bien, nosotros también tenemos nuestros grillos y anuncian que volverán a nuestras plazas antes del verano. Como los grillos de Burke, su número es inversamente proporcional al volumen agudo y monótono de sus chillidos, replicados y amplificados por los medios de comunicación. Para muchos representan la vuelta de una escena fastidiosa de infantilismo político y de manipulación de los viejos conspiradores que sueñan con una revolución que acabe con la democracia imperfecta pero real que tenemos. Ciertamente, si estos grillos fueran una mayoría, la democracia española se desplomaría hasta mezclarse con el polvo sobre el que montan sus campamentos. Pero no son la mayoría. La mayoría de los españoles sabe que su democracia es real y la valoran ampliamente. Otra cosa es que la pradera española esté ahora bajo una gran tormenta y que la encina que habría de protegerles necesita recuperar su frondosidad y desprenderse de sus ramas secas. De modo que nuestros grillos no representan una alternativa mejor a aquello que tenemos y valoramos. En realidad, estos grillos sólo tienen nuestro descontento, pero hasta ahora no han sido capaces de darnos nada. Pero que los grillos españoles no tengan ningún futuro que ofrecernos no quiere decir que deban ser ignorados. Su coro chillón no puede recibir el silencio como respuesta. Como entendió Burke, el desafío de los grillos debe ser respondido explicando cómo es la democracia que tenemos, cuáles son sus problemas y cómo pueden resolverse. Ciertamente, en tiempos de incertidumbre, la vuelta de los grillos resulta fastidiosa porque puede hacer que nuestra pradera española se parezca a una tragedia griega, pero ya sabemos que los grillos son molestos.

Ángel Rivero
Profesor de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad Autónoma de Madrid