Cataluña
No es una campaña cualquiera
Esta pasada madrugada ha dado comienzo oficialmente la campaña electoral catalana, aunque podría decirse que Cataluña, y con ella toda España, está inmersa en la contienda desde el 25 de septiembre, cuando el president de la Generalitat, Artur Mas, anunció el comienzo de su proceso de autodeterminación. No va a ser, pues, una campaña electoral cualquiera, dada la grave apuesta sobre la mesa del nacionalismo catalán. Se puede argüir sobre los motivos equívocos de Artur Mas para forzar el adelanto electoral, pero los hechos son tozudos y lo que se ha planteado al pueblo de Cataluña no es una reválida de la gestión de los convergentes al frente del Gobierno autónomo ni un aval para abordar la necesaria reforma de la Administración y los imprescindibles ajustes presupuestarios, sino su respaldo a un proyecto de secesión, de ruptura de España, que contraviene el orden constitucional, la historia y el sentido común. La enormidad del desafío exige por parte de todos los que creemos que lo mejor para España y, por lo tanto para Cataluña, es permanecer unidos y tratar de buscar las soluciones a los graves problemas económicos y sociales que enfrentamos dentro de la casa común, un ejercicio de serenidad y de reflexión que evite caer en la provocación fácil de los nacionalistas, que siempre tratan de arrogarse la representación exclusiva de todos y cada uno de los ciudadanos de Cataluña. La campaña presenta, además, una dificultad añadida en el dominio casi total que ejerce el nacionalismo sobre los medios de comunicación públicos, que desequilibra la contienda. Aún así, una sociedad políticamente madura como la catalana es perfectamente capaz de distinguir el grano de la paja y calibrar las consecuencias de la apuesta planteada por Artur Mas y secundada por otras fuerzas independentistas. El comienzo de la campaña ha coincidido con la publicación de dos sondeos públicos, uno elaborado por la Generalitat y el otro, por el CIS, que pese a su disparidad en cuanto a la previsión de que CiU alcance o no la mayoría absoluta, coinciden en dos puntos: que el independentismo no es mayoritario y que, en este momento, existe un alto porcentaje de electores, casi un tercio, que no ha decidido su voto. Es preciso que la campaña electoral aclare todos los extremos de la cuestión que se plantea, sin ocultamientos ni trampas dialécticas, en especial en lo referido a la inexorable expulsión de la Unión Europea de cualquier territorio secesionista y a la imposibilidad legal de llevar a cabo un proceso de esta naturaleza. También es preciso hacer un llamamiento a la participación en las urnas de ese seis por ciento de la población de Cataluña que vota en las elecciones generales, pero se abstiene en las autonómicas. La importancia del desafío lo merece.
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